Tras haber sido amenazado, acosado y perseguido durante tres largos años por el exgobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, quien amagó con encarcelarlo, sin responsabilizarse de lo que pudiera pasarle, si no se iba del estado, el ex diputado local y exedil de San Pedro Cholula, José Juan Espinosa Torres, volvió a Puebla y a su escena pública.

Aunque lo más reconfortante para el JJ, como se le conoce desde hace muchos años en la arena política poblana, es haberse reencontrado con sus hijos y con su familia.

Y cómo no, si los dejó de ver al menos por un año debido al asedio barbosista, el cual incluso tuvo la osadía de perseguirlo fuera del país, como lo hizo con otras figuras locales que no eran de su agrado.

Allí está como ejemplo el exrector de la BUAP, Alfonso Esparza Ortiz, a quien, igual que José Juan, el barbosismo lo hostigó mediática y legalmente hasta que lo echó del estado, bajo la amenaza de detenerlo y encarcelarlo.

Y ambos, tanto Espinosa Torres como Esparza, hay que decirlo, apoyaron a Barbosa para que pudiera lograr la gubernatura, incluso antes de la muerte de la exgobernadora Martha Erika Alonso Hidalgo.

Con los dos, el finado exmandatario se ensañó y dejó caer toda la estructura de gobierno, pues a través de la Fiscalía General del Estado (FGE) armó expedientes exprés para tratar de detenerlos.

Eso sí, todas esas acciones legaloides –por encargo– tarde o temprano podrían rebotarle a la fiscalía y al resto de los responsables.

Uno de ellos ya vive un infierno, quien fuese considerado el verdugo del barbosismo, Francisco Romero Serrano, extitular de la Auditoría Superior del Estado (ASE).

El exauditor se encuentra preso por órdenes del mismo Barbosa, y era el que se encargaba de hostigar, amedrentar y amagar a los enemigos del gobierno.

Y aunque en ambos casos –el de JJ y Esparza– existen muchas similitudes, lo cierto es que la gran diferencia es que José Juan tuvo que huir solo, sin su familia.

Tuve la oportunidad de charlar con él hace unos días y me narró y describió la soledad, la angustia, la zozobra, pero sobre todo el miedo que tuvo al estar fuera de casa, de su estado y hasta del país, muy alejado de su familia, donde incluso permaneció –por momentos– vigilado.

Por ello aquella expresión de “entre encierro y entierro, preferí el destierro”.

Con José Juan Espinosa tuve encuentros y desencuentros, charlas de amigos, pero también de reportero y político; hubo hasta cascarita de fútbol, desayunos, comidas y cenas, por supuesto, que diferencias y también coincidencias.

Uno de los pasajes y anécdotas que marcaron la relación comunicador-funcionario, entre el entonces diputado local y este reportero, fue nuestra discusión en el patio del Congreso del estado, cuando formó parte de la LVI Legislatura.

Aquella ocasión, ofuscado debido a que escribí y publiqué una columna en la que él fue el protagonista, discutimos y hasta intercambiamos izquierdazos y derechazos, al estilo Canelo-Bivol.

Tras un enfado de ambos por la calentura de los golpes, nos distanciamos; sin embargo, poco después volvimos a encontrarnos como reportero y funcionario. Y allí se antepuso el dialogo, la amistad y la camaradería.

Porque al final, diría el clásico, “somos hombres, no payasos”.

Ese Congreso que les cuento, por cierto, fue uno de los mejores, pues había muchos políticos que actualmente son funcionarios, tales como la líder estatal del PAN, Augusta Valentina Díaz de Rivera Hernández; la titular de la SEP, María Isabel Merlo Talavera; el diputado federal Raymundo Atanacio Luna; el actual líder de MC en Puebla, Fernando Morales Martínez; el arquitecto y vocero del senador Alejandro Armenta MierRodolfo Huerta Espinosa; el hoy diputado local panista Rafael Micalco Méndez; la actual senadora Nancy de la Sierra Arámburo, entre algunos otros.

El caso es que nuevamente volví a charlar con José Juan, quien se la pasó –a salto de mata– entre Puebla, Veracruz y la Ciudad de México, pero también fuera del país en los Estados Unidos y en Centroamérica, siempre cuidándose porque hasta allá lo monitorearon.

Afortunadamente, para él, sus hijos y toda su familia, ya está de regreso y, por lo pronto, lo que menos quiere es hacer política, mucho menos grilla, porque quiere recuperar el tiempo perdido en la intimidad de su hogar y su familia.

El JJ no habría regresado a Puebla si no hubiese las condiciones legales y políticas para ello, toda vez que cuenta con un amparo permanente porque demostró que lo persiguieron por una cuestión política y no jurídica, mucho menos de corrupción en el gobierno.

Me encontré con un JJ aparentemente bien físicamente, muy canoso y delgado, pero con buen ánimo y trabajando.

Poco a poco, asegura que irá retomando sus actividades, sus negocios y su vida personal, porque no hay prisa.

Ya no es un perseguido del sistema, tal vez solo de la injustica, porque aunque seguramente no es un pan de Dios, y miren que me consta, es un hombre mucho más centrado.

Su regreso, asegura, no pretende ir por los que lo acusaron o injuriaron, más bien quiere limpiarlo y demostrar que no huyó sino que todo fue porque lo amenazaron.

Ya en su momento las cosas se podrán aclarar, porque al parecer todo fue armado.

Y como ya lo ha dicho, “la verdad nos hará libres” porque el tiempo pone a todos en su lugar.

Un animal político como José Juan Espinosa no puede estar alejado de la política, sí de la coyuntura, tal vez, pero incluso pueda hacer hasta falta.

El cambio y desarrollo que logró San Pedro Cholula, en su momento, se debe a José Juan, durante su etapa como edil. La gestión siguiente sólo administró la herencia.

Ya veremos y juzgaremos la nueva etapa del JJ, un hombre nuevo que pudo librar la cárcel, el asedio y la amenaza del sistema y del gobierno barbosista.

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