Para nadie es un secreto que el PRI es un partido en vías de extensión, aunque algunos militantes del tricolor opinen lo contrario.

El Revolucionario Institucional, como partido político, agoniza y apenas sobrevive gracias a la respiración artificial que le suministran las gubernaturas que aún controla, así como los pocos escaños y curules que posee en las dos cámaras del Congreso de la Unión.

Sin embargo, los priistas son una rara especie del círculo rojo que siguen conservando el manual secreto para las campañas, ese que contiene los “cómos” para ganar las elecciones, a través de la promoción del voto, el territorio y la movilización.

El PRI y sus custodios crearon el juego y las reglas del juego al que llamamos democracia en México.

Nadie mejor que los priistas conocen cómo jugarlo.

El ejemplo que mejor retrata esta hipótesis es la frase que en algún momento le dijo Rafael Moreno Valle, un expriista que rentó la franquicia del PAN en Puebla, a Juan Carlos Mondragón, entonces líder estatal del albiazul: ustedes (en referencia a los militantes de Acción Nacional) no saben ganar elecciones, nosotros (en referencia a los priistas), sí.

Y es que el siniestro Moreno Valle aprendió el juego electoral en los pasillos más rancios del Revolucionario Institucional. Nadie puede negar que el ex gobernador extinto era un animal político quien se destacaba en los temas de campañas a tal grado de reventar elecciones y cometer un Fraude, con toda impunidad, en contra del ahora gobernador Miguel Barbosa.

Sin los priistas no se ganan elecciones, es lo cierto.

La elección del 2021 representa la continuidad del proyecto lopezobradorista y la lucha de la oposición para derrotar a la 4T en el país.

El BOA vs AMLO.

Pero, es aquí, precisamente, en donde la figura de los priistas toma una importancia relevante.

En caso de que los “peces gordos” del tricolor decidan, como lo declaró el presidente Andrés Manuel López Obrador, ser parte del Bloque Opositor Amplio, Morena y el proyecto de nación del tabasqueño estarán en un serio aprieto, ya que una alianza formal entre el PRIAN es suficiente para quitarle a la Cuarta Transformación la mayoría en San Lázaro y arrebatarles gran parte de las gubernaturas en las que las encuestas ponen al partido marrón al frente.

Pero, también existe la otra posibilidad de que el PRI juegué para AMLO como sucedió en el 2018 con el amasiato entre López Obrador y Peña Nieto.

Suena muy trillado, pero los priistas son el fiel de la balanza.

Este mismo escenario se replica para Puebla, los priistas fueron parte del triunfo de Barbosa Huerta en la elección extraordinaria del 2019. El conocimiento territorial, de movilización y la promoción del voto de Ardelio Vargas, Javier López Zavala, José Luis Márquez, Jorge Estefan Chidiac, Gerardo Mejía, Leobardo Soto, y demás tricolores que se subieron al barco barbosista fue fundamental para que el nacido en el Valle de Tehuacán ganara dichos comicios.

Tampoco se puede olvidar que durante el oscuro régimen morenovallista, las vacas sagradas del Revolucionario Institucional en Puebla fueron parte de la ingeniería electoral del extinto exgobernador, quien a través de negocios en sus regiones y candidaturas bajo los colores del PAN logró arrasar su elección intermedia en el 2013.

Este escenario podría replicarse en Morena, partido que en el estado aún carece de cuadros competitivos para cubrir las casi 300 candidaturas que estarán en disputa el próximo año y de una estructura territorial sólida para vender a Acción Nacional y todos sus aliados en el Consorcio Universitario y las cámaras empresariales.

No será ninguna sorpresa ver a varios priistas, como lo fue en el 2018, por las siglas de Morena.

Esta es la disyuntiva de los tricolor para el 2021.

Mientras su partido agoniza, ellos son los únicos que pueden ganar elecciones.

Así de fácil.