Producir un bioplástico de un solo uso, basado en economía circular y capaz de biodegradarse en alrededor de un mes al entrar en contacto con la tierra, es el objetivo principal de Arga, proyecto ganador del “James Dyson Award” 2020.

“Fue agotador y éramos muy autocríticos, nunca estábamos conformes; el reconocimiento viene de una marca importante en el área de diseño. Saber que nuestro proyecto tendrá difusión nos motivó y unió más como equipo” señala Andrea Nieto, integrante del equipo ganador del Tecnológico de Monterrey campus Puebla.

Saraí Rojas y Gamaliel Casiano de Creación y Desarrollo de Empresas; Ernesto Espinosa de Ingeniería en Innovación y Desarrollo; además de Daniela Ponce y Andrea Nieto de Diseño Industrial, son el equipo multidisciplinario que dio vida a esta idea que esperan sea un aporte para el medioambiente.

El proyecto surgió de Semestre i, programa del Modelo Educativo Tec21, en el que alumnos de profesional del Tec de Monterrey, una de las mejores universidades de Puebla, fortalecen competencias a través de experiencias de aprendizaje vivencial.

Con el reto de resolver problemáticas relacionadas con el mar y tras observar un tiempo la vida en el puerto de Veracruz, los integrantes de Arga concibieron el plan ganador.

“Sabíamos que queríamos trabajar en algo relacionado con el sargazo, el cual se vuelve basura y representa 80 millones de pesos al año para el país deshacerse de él, cuando en realidad puede utilizarse como una materia prima” explica Andrea.

La idea consiste en convertir ese tipo de alga marina en alginato de sodio, sustancia con la que se genera una película comestible, que a la postre se convertirá en el bioplástico que cerrará el ciclo prodigioso de esta propuesta de valor.

El primer beneficiado de manera directa es el medioambiente, ya que al entrar el bioplástico en contacto con la tierra comienza su rápida descomposición.

“Toda su cadena de valor está pensada para tener un impacto positivo, somos conscientes de que hay bioplásticos y productos tecnológicos que son una alternativa, pero es básico tener la responsabilidad de todo lo que conlleva producir el producto” comenta Andrea.

Por ello, los integrantes de Arga piensan que el proyecto también cumple con fines sociales, ya que esperan que el primer eslabón de esta cadena sean los pescadores, quienes al reunir y entregar el sargazo podrán tener una segunda entrada económica.

Una vez que el sargazo es sometido a un proceso de secado y convertido en alginato de sodio, tras una intervención de aceites con propiedades antimicrobianas, el siguiente eslabón son empresas del ramo alimenticio, principalmente panificadoras.

“Estas empresas recibirán rollos del bioplástico, con él tendrán la oportunidad de mejorar, diversificar sus empaques y colaborar con el medioambiente” explica Ernesto