Lo ocurrido ayer en el Centro Histórico de Puebla con la reapertura masiva de negocios no esenciales en la pandemia de Covid19 es un claro síntoma de que a los empresarios y empleados se les agotó la paciencia y el dinero.
Eso es real.
También es cierto que hay una clara competencia desleal porque en el Centro Histórico de Puebla se aplicaron reglas más estrictas sobre el cierre de negocios, pero en las unidades habitacionales y colonias no se respetan igual.
Los reportes de la instalación de tianguis, venta de bebidas alcohólicas en el periodo de la pandemia, fiestas, torneos de futbol y otras actividades no esenciales colmaron la paciencia de los empresarios del Centro Histórico.
Es una actitud bastante comprensible.
Mientras los comerciantes que pagan impuestos, renta, salarios y prestaciones están cerca del colapso, los ambulantes siguen su venta sin Sana Distancia, sin medidas sanitarias y en clara desobediencia a las autoridades.
¿Qué hacer con esa circunstancia?
Evidentemente la respuesta es obvia y se hizo notar este fin de semana.
Ahora es tarea de las autoridades municipales y estatales hacer valer las medidas sanitarias a todos.
A los comerciantes informales, a los ambulantes, a los clientes, a los distribuidores y no deben tener dudas para aplicar los reglamentos.
Los llamados a cuidar la Sana Distancia ya no surten efecto.
Es momento de cambiar de fondo las estrategias por parte de las autoridades para adaptarse a las necesidades de ingresos de la población.
El sistema de salud del estado está en un estado crítico y cada vez hay menos espacios para atender a las personas con Covid19.
Estamos en una etapa crítica de la pandemia pero la gente ya no aguanta la falta de ingresos.
¿Qué hacer?
Es una respuesta difícil, pero ya llegamos al momento entre decidir si morir de Covid19 o vivir en la angustia por falta de ingresos.