Sin la intención de hacer leña del árbol caído sino más bien un análisis objetivo, y a un año de la muerte del exgobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, habrá que decir que existe un antes y un después de su gobierno.

Porque, sin duda, Puebla es otra a 365 días de distancia.

De entrada, en el estado, tras el deceso del primer gobernador de izquierda, se respira calma, paz y tranquilidad, algo que se había perdido debido a que el estado se gobernó con el hígado y con muchas limitaciones.

El panorama político-electoral, si las cosas no hubiesen cambiado, seguro, sería otro.

Y aunque Alejandro Armenta Mier, coordinador de defensa de la 4T en Puebla, se habría impuesto a las corcholatas barbosistas como el futuro candidato de Morena, no cabe duda de que le habría costado mucho trabajo por la actitud del entonces mandatario.

Miguel Barbosa, de todos es conocido, nunca quiso a Armenta y siempre trató de descarrilarlo sin éxito, afortunadamente.

Porque para el barbosismo todos eran enemigos, a excepción de su pequeño grupo, con el que desgobernaba.

Lo que sí, es que el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina resultó toda una revelación como mandatario, por lo que está claro que si los tiempos y las circunstancias le hubiesen dado habría desempeñado un sexenio en plenitud y muy productivo.

Sin embargo, los poblanos retrocedimos cuatro años con la administración barbosista por la decisión de su líder, quien se enemistó hasta con el mismísimo presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien incluso retó varias veces.

Antes se aplicó la ley de la selva y ahora, contrario a eso, existe una apertura total por parte del gobierno y la era salomónica.

Miguel Barbosa empoderó a muchos personajes que creyeron que su dominio nunca terminaría, y se toparon con pared.

Se pelearon con la BUAP, con su rector, con la cúpula empresarial, con los medios de comunicación –locales y nacionales–, con las distintas corrientes en Morena, con sus antiguos aliados y con sus propios funcionarios, a quienes se atrevieron hasta a encarcelar.

La gestión morenovallista le quedó corta al barbosista como un gobierno represor, porque metió a la cárcel a muchos de sus detractores, quienes solo fueron capaces de revelarse o de contradecir las órdenes de su mesías.

Porque aunque el barbosismo criticó el abuso del poder del pasado, bien que incurrió en lo mismo y de la peor forma, ya que tuvo su propio “hoyo financiero” y eso a nadie se le olvida.

Fueron más de 3 mil millones de pesos los que se perdieron en Finanzas, bajo la administración de María Teresa Castro Corro, a quien, por cierto, nadie ha tocado ni con el pétalo de una rosa.

Le fueron descubiertas inversiones, como las hechas a Banco Accendo, en las que se derrocharon más de 600 millones de pesos de las arcas del Gobierno.

¿Cómo olvidar el agravió a la UDLAP?, donde se ordenó a la policía ingresar a sus instalaciones y violar la autonomía de la institución y su derecho de libertad como una universidad privada.

Puebla, por aquel gobierno represor, estuvo a punto de estallar en un conflicto social protagonizado por los universitarios, quienes reclamaron las garantías que debía otorgar el estado para lograr su seguridad.

Poque estaba más preocupado en que nadie se le sublevara que en garantizar la seguridad e integridad de los ciudadanos.

Como nunca, la universidad pública y privada se sumó en una sola voz, la cual le reclamó y echó en cara a Miguel Barbosa sus nulas acciones para contrarrestar fenómenos como el feminicidio, la tortura y el secuestro, que entonces se vivían en Puebla.

Mientras tanto, en el estado no había obra pública, no había mejoras en ningún sentido, y el poder se centralizó y se acumuló en un grupo reducido que no tenía ni idea de cómo se gobernaba un estado.

A pesar de ello, Sergio Salomón pudo rescatar Puebla de donde lo tenían sumido y emprendió –con éxito– una campaña de reconciliación a la que se sumaron todos los sectores.

Hoy por hoy ya hay obra pública, apoyo para todos y “un gobierno presente” que atiende las demandas más apremiantes de la gente.

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