Varios fueron los factores que le permitieron al senador Alejandro Armenta Mier hacerse de la coordinación de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación en Puebla, particularmente uno, el cual fue decisivo: su competitividad como figura y aspirante.

Y es que Armenta inició su proyecto a la gubernatura en 2018, cuando inició la administración barbosista.

Quién no recuerda los celos políticos del entonces gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, quien quiso arremeter contra Alejandro por el simple hecho de haber dado a conocer sus aspiraciones.

Las locuras sexenales contra el senador llevaron a los barbosistas a quererlo afectar a como diera lugar para frenar su avanzada, a denostarlo, a criticarlo, a exhibirlo y a tratar de hacerlo quedar mal por su activismo.

Al final, Armenta logró conciliar y hacer entender al exmandatario que sus intenciones eran posteriores a su mandato, aunque la muerte alcanzó a Barbosa y todo se acabó.

La paciencia, la constancia y la inteligencia de Alejandro le permitieron mantenerse cerca de la gente, recorriendo los distintos municipios poblanos, los pueblos, las colonias, las juntas auxiliares, los barrios, las comunidades indígenas y todo territorio poblano.

Esto le valió ser, por su conocimiento, el aspirante de Morena más competitivo, quien garantiza el triunfo a Morena con un partido unido, fuerte y sumado en un sólo proyecto.

La delantera que logró Alejandro Armenta entre los poblanos ya nadie pudo alcanzarla.

Un segundo factor de triunfo para el senador fue que se convirtió en un elemento de unidad entre los siete aspirantes a la candidatura al Gobierno de Puebla por Morena.

Es decir, en la competencia contra Ignacio Mier Velazco, su primo el diputado federal, Armenta era quien sumaba al resto de los aspirantes en positivo, en una candidatura de unidad.

Mientras tanto, Nacho Mier sumaba a todos pero en su contra.

Tal vez Nacho nunca percibió que el haberse cerrado y el haberse creído el morenista poblano más cercano al presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), iba a ser su perdición.

Porque sí lograron hacerle creer a la gente que por su cercanía al Palacio Nacional sería el elegido, y fue todo lo contrario.

Alejandro Armenta arrasó en las mediciones de la dirigencia nacional y de la Comisión Nacional de Elecciones (CNE) del partido de la 4T, por lo que refrendó sus números en las verdaderas encuestas, así como su competitividad como aspirante al gobierno.

Nunca estuvo por debajo de su primo Ignacio Mier, quien debería reclamarle a los “encuestadores” que lo engañaron con que ya había empatado y hasta rebasado a su primo en las preferencias.

Eso nunca sucedió por una simple y sencilla razón, Armenta se mantuvo en sus intenciones a pesar del infierno llamado Barbosa, nunca se fue de Puebla y nunca fue una ocurrencia –pasajera o repentina– querer ser el próximo gobernador del estado.

Armenta logró ganarse la coordinación de Morena en el estado dando argumentos sólidos y válidos a Claudia Sheinbaum Pardo, la representante de Morena a la Presidencia, así como a sus asesores, como Julio Scherer, con quien mantiene una buena relación.

De hecho, el resultado de la encuesta en Puebla se dio, también luego de un análisis en el que se decidió lanzar al aspirante más competitivo y fuerte para evitar posibles riesgos de derrota con cualquier otro personaje.

El tema de género se logró con haber subido a Clara Brugada y bajado a Omar García Harfuch, quien nunca la vio venir.

Y, finalmente, me parece que un tercer factor que hizo ganar a Alejandro Armenta la encuesta madre de Morena para lograr convertirse en el próximo candidato por Puebla, fue la intención del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien habría ejercido su derecho de veto para frenar a Nacho.

Pocos colegas columnistas lo comentaron, yo lo hice en varios momentos; porque si bien el gobernador no iba a imponer a su candidato, evidentemente sí podía ejercer su derecho para evitar que llegara el aspirante que menos le convenía.

Porque seamos realistas, Sergio Salomón nunca logró una buena relación con Nacho Mier, ni siquiera por él, sino por la guerra que el diputado federal mantuvo con el barbosismo.

Por algo Nacho Mier permaneció lejos de Casa Aguayo y distante al resto de los aspirantes, particularmente de su primo, sobre quien presumió haber emparejado y rebasado en las preferencias, cosa que nunca ocurrió.

Supongo que al diputado federal le ganó su exceso de confianza, su supuesta cercanía y favoritismo para con él por parte AMLO, así como la soberbia y la mala asesoría, la cual incluyó encuestadores mentirosos y falsos gurús de la política.

Por cierto, quién sabe si es coincidencia o desgracia, pero al que nomás no le salen las cosas desde hace rato en la política es a Fernando Manzanilla Prieto, quien ya debería tomarse un descanso porque volvió a salir bailando.

Y lo digo sin el ánimo de ofender, sino más bien de mostrar que sus apuestas políticas no han prosperado desde que abandonó aquella Secretaría de Gobernación en el gobierno morenovallista.

En fin, lo que ahora debe hacer Alejandro Armenta es operar con humildad la unidad de Morena en Puebla, porque la elección que viene, teniendo a Eduardo Rivera Pérez, edil de Puebla capital y futuro candidato del Frente Amplio por México (FAM), como contrincante, va a ser una verdadera guerra.

Lo mejor del proceso electoral 2023-2024 apenas va a empezar.

Ya lo verán.

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