Es evidente que los cambios en la política poblana, la oscilación del círculo rojo y los distintos acontecimientos registrados en el servicio público de la entidad han modificado el clima y el ambiente en el estado.

De entrada, las decisiones del gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina despresurizaron, por decirlo de alguna forma, la tensión que había en la vida política aldeana.

Porque era evidente, aunque digan lo contrario, que antes no se tenía una buena relación ni con la federación, ni con el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ni con su partido Morena y mucho menos con su líder nacional, Mario Delgado Carrillo.

La razón, desde luego, es simple: un poco de autoritarismo, un poco de intransigencia y la defensa que se hizo para con Ignacio Mier Velazco, líder de la bancada morenista en la cámara de diputado federal.

La mala relación que se tenía con la cúpula empresarial, con la BUAP y su entonces rector, Alfonso Esparza Ortiz, con una facción de Morena, con el morenovallismo, con el priismo, con el dogerismo, con la prensa, y con muchos otros sectores de la sociedad, mantenían una tensa calma en Puebla.

Por eso sostengo que hoy por hoy los cambios políticos transforman a Puebla.

Cambios, por supuesto, que son necesarios no gustan ni gusten a todos.

Allí está como ejemplo Miguel Barbosa Jr., quien recientemente escribió en redes sociales un mensaje en el que aparentemente critica los cambios registrados en el gobierno del estado, cuando en la gestión de su papá no dijo ni pio de todo lo que sucedió, bueno y malo.

Cosa curiosa, ¿a poco no?

Lo cierto, es que el estado estaba urgido de una campaña de reconciliación política y social que le permitiera al gobierno y a los ciudadanos respirar y reencontrarse.

En el pasado, parecía que lo único que se proyectaba desde el gobierno poblano era odio, revanchismo y persecución.

Por ello, los cambios en el gobierno de Sergio Salomón Céspedes eran más que necesarios, eran urgentes.

Cuestión de estilo, dicen algunos; yo más bien diría que son derivados de una estrategia quirúrgica para continuar y concluir un proyecto político heredado, pero mal intervenido.

No es traición, más bien es precaución y cuidado el del gobernador Céspedes al decirse por más cambios.

Porque nadie en su sano juicio quisiera terminar cualquier proyecto con un sello ajeno, con una firma que no es la suya o con una idea distinta a la concebida.

Se critica y se enjuicia a los nuevos funcionarios pero antes, a todos, se les aplaudía. A pesar que muchos nos gobernaban pero ni siquiera eran poblanos.

Me parece que en ese sentido los cambios se están quedando hasta cortos.

Tal vez por eso, aseguran, continuarán.

Y se prolongarán en muchas áreas, administrativas, operativas, del gabinete, de comunicación, de gobernación y hasta de otros poderes.

Que a nadie le extrañe si en esos cambios hay reclamos y reproches, por algo el gobernador Sergio Salomón ha señalado que el gobierno “necesita gente con experiencia, tablas y oficio político, así como con la disposición de sumar sin intereses partidistas”.

Los críticos del gobernador deberían estar más preocupados por hacer algo por Puebla, por dar resultados y por mejorar su trabajo.

O de plano que se queden calladitos.

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Con la novedad que un grupo de pasquines digitales y plumas a sueldo, las cuales se venden al mejor postor, ya empezaron una campaña negra y de desprestigio en contra del presidente del Senado, Alejandro Armenta Mier.

La intención no es otra que denostarlo y perjudicarlo en su carrera por la candidatura de Morena al gobierno de Puebla en 2024.

Lo ridículo es que le critican que vaya en la punta de las encuestas y sea el militante y aspirante de Morena más adelantado, quien lidera todos los estudios de opinión, vamos.

Esas plumas, aseguran, son la que controla Fernando Manzanilla Prieto, el ex operador morenovallista.

Bien dicen: el miedo no anda en burro.

Qué bárbaros.

¡De verdad que no entienden!

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