El fallecimiento de Gerardo Islas Maldonado cimbró la política local, nacional y hasta la internacional.

A sus amigos, desde luego, nos tomó por sorpresa.

Particularmente por su corta edad y vida, apenas 39 años.

Y es que para el “Gerry” nunca hubo imposibles.

Puedo incluso decir que hizo realidad casi todos sus sueños, a excepción de uno solo: ver crecer a sus dos hijos y madurar y consolidar, junto con su esposa Claudia, a su familia.

Hoy, tras su muerte, lo confirmo, “la vida se te va en un suspiro”.

Por ello, Gerardo la vivió a todo pulmón, sin descanso y muchas veces con prisa.

Aún recuerdo aquel chamaco aspirante a político que todos criticaban en Puebla, de quien incluso muchos hicieron mofa.

Sin embargo, hoy, al ver los encabezados de diarios locales y nacionales, en su mayoría, puedo constatar que el Gerry lo logró.

Hizo ruido y fue noticia, como siempre quiso, hasta el final de sus días.

Porque el Gerry alcanzó todo lo que se propuso, con sus tropiezos y caídas como cualquiera, pero siempre conservando, eso sí, el arrojo que en su madurez política ya había logrado.

Fueron muchas las entrevistas, los puntos de vista, las charlas, los cafés y los tragos que compartimos, particularmente en los últimos años.

Con reuniones esporádicas, sí, pero con sus momentos sublimes y de agasajo.

Compartimos amistades, muchas.

Debatimos y polemizamos sobre la vida pública y privada de los políticos, del papel de los medios y de los periodistas.

Él, siempre adicto a las relaciones, a las fotos, a las selfies, a las redes sociales y a las publicaciones.

Esas mismas que le generaron, muchas veces, críticas injustas e innecesarias.

Porque nunca falta la envidia, el sarcasmo y el criterio retorcido sobre alguien que avanza y crece polemizando.

Y menos cuando a ese alguien le gusta la farándula, como al Gerry.

Empero, él era así y nunca lo negó.

Su atrevimiento y terquedad fue lo que lo llevo a ser socio y mejor amigo de Alex Basteri, El Picha, a quien pude conocer gracias a él.

Aunque lo mismo hablaba con Luis Miguel, el cantante, que con Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo.

Fue gran amigo del piloto de Fórmula 1, Sergio, “Checo”, Pérez, de su papá, Antonio Pérez Garibay; de Alejandro Fernández, el potrillo; de Vicente Fernández, a quien le decía tío, de varios presidentes, de muchos gobernadores, senadores, diputados, en fin.

El ángel de Gerardo Islas fue muy grande.

Siempre polémico, insisto, pero siempre un buen amigo.

Ni como político, ni como empresario, mucho menos como figura de la socialité, claudicó.

Siempre tuvo un as bajo la manga.

El último de ellos: Fuerza por México.

Un partido que después de todo en Puebla ya había logrado sobrevivir.

Con el apoyo de su padrino, el líder sindical Pedro Haces, Gerardo había logrado imponer a su instituto político.

Y aunque el festejo en Puebla nunca llegó, sí lo realizó en España.

Había logrado incluso penetrar la 4T del partido Morena y ya era un impulsor del secretario de gobernación federal, Adán Augusto López.

Así lo mostró en Casa Puebla, durante la última visita del funcionario.

La última vez que cruzamos vasos y anécdotas fue en una cena.

Una reunión en la que festejamos con mi hijo Andree, con mi querida Paola, con pilotos aviadores conocidos y con un par de amigos ya en común: con el Picha y con mi querido Gerardo, “El Capi”, Lara, hijo del famoso compositor y cantante, Agustín Lara, el “Flaco de oro”.

La noche, la charla y las bocanadas fueron de lo mejor.

Seguramente algún día, en algún lugar, se repetirán.

Por ahora, mi querido Gerry ya descansa en paz con Dios.

Desde aquí mi más sentido pésame, mi cariño y un fuerte abrazo a Fabiola Maldonado, su mamá; a Gerardo Islas su papá, y en especial a Claudia Wade, su esposa, y a sus dos niños, Gerardo y Matías.

¡Dios los cuide!

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