No hay duda que los poderosos siempre tienen un punto débil.

Un punto que los hace vulnerables.

Que los puede despertar o matar en un instante.

Sobre todo a los políticos y a todos aquellos que creen que los cargos son eternos, o que los hacen valer más que a los demás.

Una estúpida falacia.

El punto débil de los políticos y servidores públicos, en general, es: el dinero, la fama y la fortuna.

Tiene razón el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta: el poder sólo es el cumplimiento de la ley. Los culpables son los malvados y perversos que lo asumen.

Es el ejemplo de los anteriores gobernadores poblanos, al menos los últimos dos, y un alumno: Mario Marín Torres (PRI), Rafael Moreno Valle Rosas (PAN) y Javier López Zavala.

El punto débil de los marinistas -políticos priistas-, incluido su pastor, Marín, el famoso “gober precioso”, siempre fueron las mujeres.

La perdición del hijo pródigo de Nativitas fue su adicción a las mujeres y al alcohol, combinado con soberbia, eso lo hizo caer.

Su adicción y su machismo, faltaba más, fueron el aderezo.

Y fue una mujer, Lydia Cacho Ribeiro, quien lo llevó a la ruina.

La escritora y periodista fue quien logró el punto de quiebre del marinismo.

La autora de los “Demonios del edén” fue quien derribó al fenómeno político poblano llamado “Mario Marín”, a quien se le veía como el Juárez moderno del país.

Empero, sólo bastó que Lydia pidiera ayuda nacional a los medios, cuando sufrió el abuso del poder, para que el gremio se abalanzara a apoyarla y abogar por ella, por su libertad e integridad.

El marinismo nunca supo, hasta que fue derrotado, con quién se había metido.

Porque Lydia Cacho siempre ha sido una periodista aguerrida y famosa. Querida por el gremio, admirada y odiada por la clase política abusiva, a quien sigue evidenciando.

La historia, la victoria, la gloria y el derrocamiento del marinismo se vivió en apenas unos meses.

Unos meses infernales para sus protagonistas, insisto, derrotados por una mujer.

Ya todo mundo conoce las historias románticas y aventureras de Marín.

¿Cómo olvidar esas llamadas telefónicas con su novia menor de edad?

En el caso de López Zavala, ex candidato al gobierno y supuesto delfín de Marín, las cosas son muy similares a las de su ex jefe.

Su común denominador siempre fue el machismo, el poder y el abuso sobre las mujeres.

Pero que asquerosidad es esto, dijera el clásico.

A Zavala parece haberle ocurrido lo mismo que a su ex jefe.

Parece repetirse la historia, sólo que en su caso la atrocidad del ex funcionario estatal para acabar con la vida de su ex esposa, Cecilia Monzón Pérez, fue algo terrible, peor, tal vez, que lo que hizo Marín.

Empero, al final sucedió algo muy parecido.

Zavala se enamoró una, dos tres, cuatro o quién sabe cuántas veces.

Y eso, combinado con el dinero y el poder que creen tener los políticos, es una mala influencia.

A Zavala parece que lo alcanzó y rebasó su maldad, su verdadera personalidad.

¿Quién en su sano juicio, después de haber participado en un gobierno como el de Puebla, planea y ejecuta el feminicidio de su ex esposa, de la madre de su propio hijo?

¿Cuál debe ser la pena que debe purgar esa persona?

El punto débil de Zavala y Marín, está claro, fueron y son las mujeres.

¿Cuántos priistas más habrá de esa calaña en Puebla?

¿Cuántos andarán libres por el resto del país?

Que miedo por las mujeres.

El punto débil del morenovallismo, en cambio, fue la soberbia y el afán de superioridad sobre los demás.

Tal vez si la pareja de ex gobernadores panistas hubiesen cambiado las cosas a tiempo, recapacitado y haberse sensibilizado su suerte hubiese cambiado.

En su caso fue la ambición del poder lo que los inmortalizó.

Y tal parece que estos ejemplos de lo que no deben hacer los políticos muchos aún no lo entienden.

Muchos que en la actualidad siguen por ese camino.

Ya veremos si la historia también los condena.

 

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