La masculinidad hegemónica ha planteado un mundo distópico cuyas carencias han sido desnudadas por los feminismos. Mientras que las mujeres han impulsado cambios estructurales en reivindicación de sus derechos, a los hombres con voluntad de asumirse como aliados de esta lucha les corresponde encontrar respuestas a la pregunta medular: “¿qué hacemos?”.

Para contribuir a la transición de la reflexión a la acción, el Mtro. Mauro Vargas Urías, director de Género y Desarrollo A. C. (GENDES), compartió con la Comunidad IBERO Puebla sus experiencias en la materia. “Estábamos muy acostumbrados a que el espacio privado y ciertos roles debían ser asignados a ellas, mientras que el espacio público y la toma de decisiones eran para los varones. Eso está cambiando”.

En los últimos cincuenta años, los movimientos a favor de los derechos humanos han focalizado la liberación femenina como un acto emancipatorio de las prácticas patriarcales dominantes. Al marcar un punto de quiebre cultural, la lucha de las mujeres ha propiciado cambios en la forma de entenderse a sí mismas y a los demás. Los hombres no pueden permanecer neutrales ante ello.

Los cambios simbólicos de lo que implica ser hombre y ser mujer han detonado una crisis de legitimación del modelo social de masculinidad tradicional. Como consecuencia, la herencia machista de nuestro país ha propiciado que las reacciones varoniles frente a los feminismos oscilen entre antagonismos iracundos, disonancia cognitiva y, en menor medida, compromiso con la causa.

Como hombres, explicó Vargas Urías, es posible resignificar los principios de la masculinidad a través de una ética personal y comunitaria. “Individuarse de los mandatos machistas implica rebelarse. Cambiando ciertas ideas es posible cambiar muchas actitudes”.

La masculinidad es una construcción social que engloba valores culturalmente aceptados sobre las prácticas de los varones. La expresión hegemónica de este deber ser se basa en el poder y en la imposición de niveles jerárquicos sobre otras personas. Esta “caja de masculinidad” demanda actitudes vinculadas con la dominación, el control de las emociones, la sexualidad heteronormada y la valentía.

Si bien los feminismos han expuesto las muy diversas formas en las que la masculinidad hegemónica afecta a las mujeres, este modelo dominante también tiene altos costos para los hombres: falta de autocuidado, heridas por peleas y/o accidentes, depresión y discriminación. Además, de acuerdo con el INEGI (2019), los hombres de entre 15 y 30 años son mucho más propensos a sufrir accidentes (77-23) y morir por homicidio (89-11) y suicidio (82-18).

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