Algo que el PRI poblano debería empezar a pensar, a analizar y a replantear es su condición como partido y como oposición de cara a los comicios del 2024, cuando se renueve en el estado la gubernatura y muchos otros cargos.

Porque los actuales ingenuos líderes priistas en Puebla creen que aún viven en los tiempos en los que podían incidir en una elección para poder inclinar la balanza a su favor.

Esos tiempos de la prehistoria política que quedaron muy en el pasado.

El PRI de hoy es igual a nada.

Y así deben entenderlo sus lidercillos.

El PRI en Puebla ni suma, ni resta, sino todo lo contrario.

Basta con analizar las declaraciones de su dirigente, el diputado local Néstor Camarillo Medina, quien en sus sueños guajiros se ha orinado creyendo que podría apoderarse de la candidatura a la presidencia municipal de Puebla en 2024, para entender la grave crisis política del PRI.

¡Hágame el favor!

¿Cómo estarán de mal las cosas en el partido de los tres colores que sus dos aspirantes más fuertes son Camarillo y José Chedraui Budib?

¿Quién les habrá vendido semejante estupidez?

¿Tan ciegos están?

Pobrecitos.

¿Qué no se darán cuenta de que su partido no vale nada?

¿Habrá olvidado, Néstor, que es diputado plurinominal?

Ni siquiera hizo campaña para hacerse de su curul, y ahora ya quiere ser edil.

¿Patrocinado por qué o por quién?

Tan fácil como preguntarle al diputado y dirigente qué ha hecho por la ciudad de Puebla como para ganarse la oportunidad de ser alcalde.

Pues, lamento decirle que la presidencia municipal no se obtiene por una negociación política como las diputaciones, sino con votos, con la aceptación y el apoyo de la gente.

Por cierto, ¿quién conoce a Néstor en la capital?

El PRI poblano refleja su miedo a través de su lidercillo, quien cree que su partido puede negociar con sus posibles aliados como si fuese Morena u otra fuerza política con verdadera influencia y arrastre.

La capital en Puebla es panista y se me hace que va a ser muy difícil que cambie.

Sobre todo porque del desastroso gobierno pasado de Claudia Rivera Vivanco, al de ahora de Eduardo Rivera Pérez, hay mucha diferencia.

Empero, sólo basta con escuchar a los priistas poblanos para entender por qué están como están de perdidos.

Les urge pactar y firmar la alianza en Puebla con el PAN porque el tren se les va.

Y hasta se podrían quedar chiflando en la loma.

Porque aunque se sabe que, como Néstor Camarillo muchos de los actuales líderes priistas negocian por debajo de la mesa con el partido en el poder, al PRI poblano le conviene mostrar que es parte de una alianza electoral.

Así obtiene chamba y espacios gratis sin necesidad de hacer campaña, o de arriesgarse a perderlo todo en los comicios.

Sin embargo, los priistas deberían dejar de ser soberbios.

Tal parece, insisto, que fuesen gobierno.

Me extraña por el diputado Jorge Estefan Chidiac, quien es uno de los pocos priistas aún sensatos, que siempre ve y analiza las cosas con frialdad para tratar de no equivocarse al dar un paso.

Miren que defender al gánster que tienen como dirigente, el mentado Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, eso sí es de valientes, por la vergüenza.

Los priistas deben entender que si quieren seguir siendo parte de una alianza con el PAN no pueden recurrir al chantaje. Y menos amenazar o poner condiciones, las cuales únicamente dan risa.

Los priistas dependen de la fuerza del PAN, de sus candidatos, de sus líderes y de sus mejores cuadros.

La altanería no les va a dejar nada.

Lo mejor que deberían hacer es ponerse a trabajar y evitar que el senador de Morena, Alejandro Armenta Mier, los deje sin militancia, porque ya va muy adelantado.

Los priistas deberían, primero, reconocer su crisis para después pensar en hacer futurismo político.

Primero “el gober precioso”, Mario Marín Torres; después Javier López Zavala, ex candidato al gobierno poblano por el PRI, y ahora los bochornosos audios de Alito.

Y aún así los priistas se ponen sus moños.

Pero que asquerosidad es esto, dijera el clásico

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