La segunda quincena del mes de junio del año en curso parece que será para Puebla una de las peores en los últimos meses, y para todo México también.

Un nuevo periodo trágico para las autoridades, para los ciudadanos y para quienes ya no aguantan la crisis económica que azota al país, la grave inseguridad, el feminicidio, la desgracia y la ingobernabilidad que se quiere esconder pero que cala hasta los huesos.

El crimen organizado con la 4T, evidentemente, parece tener licencia para matar y hacer de las suyas.

Las políticas de “abrazos, no balazos”, o aquella estupidez de “acusar a los criminales con su mamá”, resultó lo que se esperaba, todo un fiasco.

Y si a esto le sumamos el regreso de la COVID-19, tanto en Puebla como en el resto del país, las cosas se ponen color de hormiga.

Ya solo faltaba que los grupos criminales se metieran con la iglesia, y ya lo hicieron.

El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, quienes salieron al atrio de la iglesia de Cerocahui —en el municipio serrano de Urique, Chihuahua—, para tratar de resguardar al guía de turistas Pedro Heliodoro Palma Gutiérrez, parece ser la gota que derramó el vaso.

El país está a merced de la delincuencia y de los grupos criminales, no hay más.

México sangra y se cae a pedazos.

Y en nuestro estado las cosas tampoco andan bien.

Parece que volvimos a la Puebla convulsionada de otros años.

De entrada, la entidad pasó en apenas 24 horas de 35 casos de COVID-19 a 198, la cifra más alta en dos meses.

Hasta ayer, se tenía contabilizados, además, mil 063 contagios activos distribuidos en 40 municipios, así como la hospitalización de 15 personas, de las cuales solo una está intubada. Y aunque todavía no hay más muertos por la COVID-19, las cosas ya se pusieron feas.

Los poblanos nos confiamos y parece que no fuimos prudentes para regresar a la normalidad.

Empero, la realidad es dura y devastadora.

Ya veremos cuál es hoy la decisión de las autoridades de salud y del gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta en materia de nuevas restricciones para el estado por el aumento en los contagios.

Sin embargo, insisto, Puebla otra vez está convulsionada.

Y los últimos acontecimientos en el estado lo demuestran.

Tres casos exhiben cómo se encuentra la entidad:

  1. La masacre ocurrida en Coyomeapan el pasado lunes 9 de mayo, cuando 16 integrantes del movimiento indígena “Unidad por Coyomeapan” fueron emboscados por un grupo de al menos 40 policías estatales, entre los cuales había presuntas guardias blancas contratadas por los hermanos Araceli David Celestino Rosas, militantes de la 4T.

Los gendarmes abrieron fuego contra el contingente nahua, a la altura del paraje de Cobatzalco, en los límites entre Zoquitlán y Coyomeapan, en la Sierra Negra de Puebla, y tres de sus integrantes murieron de manera instantánea, entre ellos un menor de edad.

Hay detenidos, desde luego, pero la desgracia llegó a esta región del estado para quedarse.

  1. El asesinato a sangre fría de la abogada, activista y defensora de las mujeres Cecilia Monzón Pérez, quien fue acribillada el pasado sábado 21 de mayo por dos sujetos que viajaban en una motocicleta que la persiguieron y asesinaron de al menos 6 disparos.

Por el feminicidio, se encuentran presos la expareja de Cecilia y ex candidato al gobierno por el PRI, Javier López Zavala; el exasistente de este, Santiago Bárcena Álvarez, y su sobrino de nombre Jair.

  1. El linchamiento del abogado Daniel Picazo González, de 31 años de edad, originario de la junta auxiliar Las Colonias de Hidalgo, del municipio de Huauchinango, y asesor de la Cámara de Diputados. El asesinato se dio la noche del pasado sábado 11 de junio en Papatlazolco, comunidad perteneciente a Huauchinango.

A Daniel lo confundieron con un robachicos, por lo que la población decidió golpearlo y quemarlo vivo. Hasta el momento ya hay 9 detenidos por el asesinato.

¿Qué sigue en Puebla?

O, mejor dicho, ¿quién sigue?

¿Qué más nos falta ver a los poblanos en los tiempos de la 4T?

Porque lamentablemente parece que ya hemos perdido la capacidad de asombro.

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Los secretos de Sergio Vergara

¿Cuántos secretos más, relacionados con propiedades históricas, con el robo de arte sacro en Puebla, e incluso con el saqueo de los museos de Puebla que tanto pregonó y denunció públicamente —ya con la 4T—, ocultará el secretario de Cultura del estado, Sergio Vergara Berdejo?

Porque igual que su expar del Trabajo, Abelardo Cuéllar Delgado, el titular de Cultura en Puebla resultó ahora juez y parte en muchos casos de abuso como el de los Lavaderos de Almoloya, propiedad entregada en comodato por él mismo, cuando vestía muy feliz la camiseta del morenovallismo, al hotel Rosewood, hoy Banyan Tree.

¿O a poco ya se le olvidó?

Como Pedro, ¿Sergio Vergara ahora va a negar a su ex corriente política y todas sus disposiciones como gerente del Centro Histórico en la era morenovallista?

Vaya detalle que olvidó revelarle al gobernador Luis Miguel Barbosa.

Vaya lío en el que se metió.

¿Qué otros casos, como el de los Lavaderos, conocerá y callará Sergio Vergara?

Si se mide con la misma vara, entonces por su complicidad en actos ilegales, perpetrados por los gobiernos pasados, a Don Sergio le tendrían que cortar la cabeza como funcionario.

¿O a poco lo van a perdonar?

 

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