Que a nadie sorprenda el enfrentamiento o la lucha entre la prensa y el poder, mucho menos en México, donde del 2000 a la fecha van al menos 164 periodistas asesinados por su labor, ni tampoco en Puebla, porque existen muchos y bastos ejemplos del abuso contra los medios de comunicación y sus actores.
Más bien lo extraordinario es quién es el político, quien aspira al poder, que agrede e intenta humillar a la prensa en la entidad.
Eso es lo que verdaderamente debería preocupar al gremio periodístico en Puebla.
Lo mismo si la agresión existió, si hubo una amenaza directa contra el periodista, contra el medio o su entorno. O si fue el periodista quien violó su código de ética y se excedió en su labor.
Porque los conflictos y las amenazas contra la prensa siempre se dan de alguna forma.
Los informadores, hay que decirlo, siempre somos incomodos para el poder.
Eso sí, también existen los pseudo periodistas, los mercenarios de la comunicación, los autonombrados “administradores de reputaciones”, y aquellos que se ufanan o creen ser dueños de la verdad tan sólo por el hecho de colaborar en algún medio.
En Puebla, sin querer asumir el papel de juez y parte, hay existen varios casos y antecedentes de agresiones contra la prensa, los cuales dan para otra edición de Posdata.
Esta vez haré referencia al escándalo generado por el supuesto desencuentro entre el candidato al Ayuntamiento de Puebla, de la coalición “Mejor Rumbo para Puebla”, Mario Riestra Piña, y el periodista Ricardo Gutiérrez Loyola, director de El Universal Puebla, quien ahora es asesor del candidato de “Sigamos Haciendo Historia”, Pepe Chedraui.
De entrada, habrá que decir que conozco a ambos y no me parecen unas personas violentas, capaces de amenazar directamente, mucho menos de muerte a alguien porque los dos tienen familia.
Lo que sí creo, y que podría haber sucedido, es que por la calentura del proceso electoral alguno de los dos se haya enojado y lanzado improperios al calor de las campañas en Puebla, las cuales, hay que reconocer, están subiendo mucho de tono.
Porque pasa, enojado y encabritado uno mienta madres y muchas veces dice las cosas sin pensar, aunque generen consecuencias.
Conozco perfectamente a mi amigo y hermano Ricardo Gutiérrez, con quien mantengo una gran amistad y una excelente relación, y se que es un hombre íntegro, profesional pero no violento ni mucho menos irrespetuoso.
Estoy seguro que sus verdaderos amigos en los medios sacarían -como yo- la cara por él sin pensarlo dos veces.
Cuando me enteré el supuesto desencuentro con Mario Riestra le escribí en privado y me solidaricé, como debe de ser con un verdadero amigo, por cualquier cosa que decidiera hacer.
En lo particular no me interesa mucho hacer público el apoyo a un amigo como Ricardo, el cual se debe dar al natural, sin cortapisas.
Sobre todo cuando el tema electoral y el riesgo del protagonismo, hay que reconocer, puede salir a relucir.
Mi querido Richard sabe quién soy, cómo soy y que cuenta con todo mi apoyo.
Sobre todo si el tema se dio por ejercer su trabajo como periodista o como asesor en materia de comunicación.
Porque las campañas y las estrategias en la materia son así.
Por eso insisto que a nadie debe sorprender la relación y los desencuentros entre la prensa y el poder.
¿Qué observo?
Que Mario está enojado y más bien se debe relajar, debe disfrutar la campaña porque sabe perfectamente cómo es la política.
Mucho menos debe enfocar ese enfado contra la prensa, sus actores y protagonistas.
Más bien debe ser más inteligente y tratar de contrarrestar la estrategia de su contrincante con vivacidad y el talento que tiene como político.
Porque los periodistas, los reales, no los charlatanes, ni los vivales, realizan su trabajo con decoro, de maneta profesional, con contundencia y con efectividad, muchas veces, según sea el caso, con total discreción.
Y los políticos hacen igual su trabajo.
Ellos juegan un papel y la prensa el propio.
Desde luego que si hay amenazas directas de por medio, las cuales pudieran poner en riesgo la integridad y afectar a la familia, de uno u otro, entonces si hay que recurrir a la parte legal.
Me parece que ese capítulo, junto con la agresión de la seguridad de Mario ayer en el Carolino, para evitar entrevistas, no debe volverse a dar, más aún cuando está en el ojo del huracán, y peor cuando aspira a un nuevo cargo.
Las agresiones de cualquier tipo hacia la prensa, la verdadera, no se valen.
A quienes se meten con la vida privada, con la familia, con temas personales y delicados no hay como respetarlo, pero eso ya es otra cosa y merece otro trato.
Y ya lo dijo uno de los candidatos “no se enojen que sólo es una campaña”.
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