Ayer decíamos que el candidato de Morena y de la coalición “Sigamos haciendo historia”, Alejandro Armenta Mier, está decidido a recuperar la capital del estado -gobernada por el PAN- a como dé lugar.
Es por ello que el war room del candidato está enfocado en eso y trabaja todos los días a detalle, con estrategia y paso a paso.
No hay ni exceso de confianza, ni campanas echadas al vuelo.
El equipo de campaña de Alejandro Armenta sabe perfectamente, y está consciente, de que aún no se ha ganado nada.
Por lo que afina la estrategia, detalla su ejecución y revisa los resultados.
Todo en orden y bien organizado.
Sin embargo, el éxito en la capital no sólo depende de Alejandro Armenta sino más bien del resto de los candidatos a diputados locales y federales, sobre todo.
¿Es tan difícil de entender?
Y lo digo porque ciertamente hay una ola armentista y triunfalista que ya empezó a permear del interior del estado a la capital; incluso parece que la campaña de Morena a la gubernatura empieza a genera un efecto positivo para sus candidatos.
Cosa que resulta bueno y malo para Morena.
Bueno, porque la percepción de la gente es que hasta el momento en la carrera por la gubernatura entre Morena y el PAN, Armenta es el puntero.
Y mala, porque los otros candidatos creen que Armenta los va a arrastrar para que ganen una vez que se haga de la gubernatura, pero están muy equivocados.
Algunos candidatos incluso ya se tiraron a la hamaca a tan sólo 15 días de campaña, prefieren dominguear con la familia que hacer campaña y salir a la calle a pedir el voto a la gente directamente.
Son muchos los ejemplos hoy en día de lo que no debe hacer un candidato o candidata. Y eso que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no estará en la boleta del 02 de junio.
Allí está el caso de la pobre María de la Barreda Angon, candidata a diputada local por el Distrito 17, quien como no entiende nada de las campañas, de las normas y estrategias electorales, trabaja en pedir el voto cada que se le antoja jugar a hacer campaña.
Lo peor de todo es que así como habla y se expresa como candidata, muy mal. Así va su candidatura.
El colmo es que el gran asesor de su fallida campaña es ni más ni menos que su marido, el diputado Eduardo Alcántara Montiel, quien no ha podido sacar al buey de la barranca.
Está claro que los candidatos de Morena no deben confiarse ni mucho menos cantar victoria porque, insisto, aún no ganan nada.
Y menos tienen que hacer una campaña como la de María de la Barreda, quien el fin de semana pasado, en vez de salir a la calle a conocer y caminar su distrito prefirió pasear y dar de vueltas en el centro comercial Explanada, a donde acudió hasta con el perro.
Eso sí, muy bien disfrazada de candidata, pues llevaba puestos sus tenis verdes y la clásica vestimenta campañera, misma que de poco le sirvió porque nadie, absolutamente nadie, le hizo caso.
Pobre María, las que tiene que estar pasando y aguantando por indicaciones de su marido.
Quien le manda aceptar convertirse en moneda de cambio.
Otro caso de un candidato comodín en esta elección, el cual todo mundo conoce, es el de Néstor Camarillo Medina, el “Alito poblano”, y quien como sabe que él ya es senador lo de más de viene valiendo madre.
Camarillotzin, como también se le conoce, se la pasa nadando de muertito administrando los dineros del PRI y de la campaña sin que nadie lo moleste.
Para eso, presume, él es el líder estatal del PRI.
Pero qué asquerosidad, dijera el clásico.
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