No hay duda de que el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, será el único beneficiado luego de consumado el proceso interno de Morena para definir a su candidato al Gobierno de Puebla.
El próximo viernes 10 de noviembre, seguramente, estará sentado observando, escuchando y analizando el anuncio de Mario Delgado Carrillo, líder nacional del partido de la 4T, sobre la candidatura de su partido para el estado.
Y en una de esas le mostrará una sonrisa a su familia.
Porque Lalo Rivera tiene claro que Morena está metido un brete.
Un conflicto interno que va a dividir y a fragmentar sus filas y liderazgos por la inconformidad de uno de los primos Mier, o incluso los dos, si es que ninguno de ellos es elegido para convertirse en el candidato al Gobierno para 2024.
Esto, desde luego, es música para los oídos del panista, porque su candidatura podría reclutar y capitalizar a los damnificados de Morena.
Además, sabe perfectamente que el golpeteo en su contra, ese que empezó a arreciar una vez que se decidió pronunciarse por convertirse en el futuro abanderado de la oposición y el Frente Amplio por México (FAM) al Gobierno estatal, se debe a que la 4T está expuesta a una fractura.
Una grieta que incluso podría constarle la gubernatura del estado.
¿Por qué?
Muy sencillo, porque no existe un acuerdo entre los siete aspirantes de Morena al Gobierno para sumarse en una candidatura de unidad por ningún motivo.
Y mucho menos si el nuevo coordinador de los comités de defensa de la transformación en la entidad es el diputado federal Ignacio Mier Velazco.
Sus detractores aseguran que Nacho, el favorito del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), es el único que suma a todas las corcholatas poblanas pero en su contra.
Y la versión, juran y perjuran, incluye al gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien podría haber fallado en su derecho de veto en caso de que el abanderado resulte Nacho.
En ese sentido, está claro que el senador Alejandro Armenta Mier nunca correría a levantarle la mano a su primo Nacho, ni viceversa, por supuesto, porque su rivalidad rebasó hace mucho lo personal.
Sin embargo, este es el panorama favorito en Morena para Eduardo Rivera, quien el próximo viernes aplicaría aquello de “a río revuelto, ganancia de pescadores”, o de Lalo.
Porque los ofendidos en Morena, tras su anunció de humo blanco en la candidatura a la gubernatura del estado, van a ser seis personajes que bien o mal tienen estructura y ya han recorrido el estado.
Lo he preguntado muchas veces y ahora lo reitero: ¿si el candidato de Morena resulta ser Nacho Mier, qué carajo van a hacer con Alejandro Armenta?
¿Qué podrían ofrecerle si él ya es senador?
¿La candidatura al Ayuntamiento de Puebla?
Ajá, ¿y qué pasaría con Pepe Chedraui, el amigo del gobernador Sergio Salomón?
¿Esta vez con qué pretexto lo van a bajar?
¿Qué le darían a cambio?
Y no solo eso, ¿aceptaría declinar Pepe a sus aspiraciones por Armenta?
Ahora, ¿y si las cosas son al revés?
¿Aceptaría Nacho Mier el resultado?
¿Estaría dispuesto a hacer campaña para su primo Alejandro?
¿O querría jugar por la capital?
Es justo aquí donde la puerca torció el rabo.
Si es Nacho el candidato, ni Julio Huerta Gómez, otro de los aspirantes morenistas, va a jugársela con el diputado.
¿Quién sería entonces el beneficiado?
Así es, Eduardo Rivera, con quien se sumaría el resto de los morenistas resentidos y agraviados.
Por algo la dirigencia nacional de Morena, junto con la Comisión Nacional de Elecciones (CNE), postergó la decisión y designación de sus nueve coordinadores del mismo número de estados en donde se renovará el Gobierno el próximo año.
Estamos a dos días de que se conozca el resultado.
Mientras tanto, Eduardo Rivera sigue planchando y allanando el camino en la capital para su gallo.
Allí está el diputado federal panista Mario Riestra Piña ya muy bien preparado.
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