A partir del 2018, tras el deceso de los exgobernadores Martha Erika Alonso Hidalgo y su esposo, Rafael Moreno Valle Rosas, Puebla se volvió un bastión morenista, obradorista y propiedad de la 4T.
Y es que el Gobierno del estado había sido arrebatado en una elección extraordinaria, obligada por la muerte de la primera gobernadora del estado, por el primer político de izquierda, perteneciente a las huestes de Morena, Luis Miguel Barbosa Huerta, quien solo así pudo llegar al cargo.
Sin embargo, a la par, la capital del estado también había sido lograda por Morena y por su entonces candidata Claudia Rivera Vivanco, quien –a la sazón– había pactado, con el morenovallismo, la derrota de Eduardo Rivera Pérez, abanderado de la alianza encabezada por el PAN.
En aquella elección del 2021 los números y el resultado en la capital no favorecieron a Lalo Rivera, hoy actual edil capitalino, toda vez que su contrincante obtuvo una votación de 343 mil 98 sufragios, contra sus 253 mil 394 recabados.
La diferencia entre uno y otro fue de apenas 89 mil 704 sufragios, pero suficientes para consumar la derrota del PAN en el municipio más importante del estado. Históricamente, el PAN había ganado la gubernatura pero perdido la capital.
Posterior a ello, todo mundo supo que el conflicto entre Miguel Barbosa y Claudia Rivera fue la traición que esta le propinó pactando con el morenovallismo a sus espaldas.
Después vino la guerra entre gobernador y la edil, y fue evidente la persecución del primero contra la segunda.
Sin embargo, en ambas elecciones, según la decisión mayoritaria de los poblanos, Morena y la 4T debían gobernar el estado y la capital para lograr el tan esperando cambio de régimen y por fin se favoreciera a los más pobres.
Empero, esto nunca lo entendieron, ni Claudia Rivera, ni Miguel Barbosa, quienes se enfrascaron en una reyerta que dejó muchos heridos y que incluso terminó en denuncias y pleitos legales.
Fue así, después de 2018, como vino la elección intermedia de 2021, en la que los poblanos dieron cuenta del desastre provocado por el gobierno de Morena en la capital, donde se gobernaba con ocurrencias.
Esto provocó que en esos comicios Morena y Claudia Rivera perdieran la capital y tuvieran que devolver el poder a la alianza encabezada, nuevamente, por el PAN y por Eduardo Rivera.
Esta vez, el actual edil recuperó apoyos y obtuvo 318 mil 424 votos, contra apenas 189 mil 604 de Rivera Vivanco, quien vio frustrada su intención de reelegirse como edil en la capital. La diferencia entre uno y otro fue de 128 mil 820 votos.
La mayoría de los poblanos que habitan el municipio más importante del estado, decidieron corregir su decisión y volver a respaldar la administración y el gobierno panista de Lalo Rivera.
El argumento de los poblanos fue muy simple: el PAN sí trabajó durante las pasadas gestiones, realizó obra y cambió la imagen de la ciudad, y en cambio Morena fue todo un desastre.
Claudia Rivera siempre estuvo confiada en que podría reelegirse en el cargo pero la alcanzó su realidad, ya que no fue evaluada por los poblanos como una buena gobernante y decidieron darle la espalda.
Entonces, la guerra interna en Morena, entre claudistas y barbosistas, desgastó a la exedil y al propio gobernador, lo que ha generado una imagen negativa de los gobiernos de Morena en Puebla.
La percepción de los ciudadanos era que el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) tenía vetada Puebla por las ocurrencias y afrentas de Barbosa, a la par con la derrota de Claudia.
Posteriormente, de la administración claudista empezaron a salir irregularidades de todo tipo, gastos millonarios innecesarios y toda clase de observaciones.
Después, llegó la muerte de Barbosa y, tal cual como ocurrió con Claudia, de su gestión empezaron a brotar toda clase de irregularidades millonarias que no tienen ni justificación, ni sentido (la inversión de 600 millones de pesos en Banco Accendo es un ejemplo).
En 2021, las encuestas marcaban un empate en la ciudad, un triunfo para Claudia y una situación difícil para Lalo, quien ganó a pesar de muchas adversidades, porque también traía un partido dividido.
Hoy por hoy, existe una situación muy similar de cara a los comicios del 2024.
El barbosismo dejó una estela de mierda y corrupción que ya no se sabe cómo maquillar, porque el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina es el que está haciendo obra, acciones de gobierno efectivas y de beneficio para los poblanos.
¿Cuánto estará enojada la gente con el desgobierno barbosista-morenista?
¿Cuánto le va a pegar al próximo candidato de Morena en Puebla la guerra interna de su partido?
¿De qué tamaño será el golpe a la 4T por el intenso pleito entre los aspirantes más fuertes al gobierno, Alejandro Armenta Mier e Ignacio Mier Velasco?
Esta es justamente la fortaleza de Eduardo Rivera, quien por fin se decidió a entrarle a competir por la gubernatura, abanderado por una mega alianza.
Tiene, nuevamente, un escenario como el del 2021, que podría, por qué no, volver a favorecerlo.
Por ello me pregunto ¿y si la gente en Puebla quiere un cambio, tal como sucedió en 2021, pero ahora en el estado?
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