A punto estuvo de estallar y terminar -peor de lo que se pensaba- el encuentro y la relación entre el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y los empresarios adheridos a la Coparmex, encabezados por su nuevo presidente, Rubén Furlong Martínez.

 

La cúpula empresarial poblana, esa que se siente ofendida por haber sido critica, atacada e ignorada ante el arribo del gobierno barbosista, no dudó en irse a la yugular del mandatario estatal durante su participación en la toma de protesta del nuevo presidente del Centro Empresarial Coparmex, Puebla.

 

Sin pensarlo, se lanzaron contra el gobernador y le exigieron devolver la Udlap y apoyarlos en el tema de impuestos, cosa que éste asumió y contestó parándolos en seco.

 

Los empresarios se equivocaron y, nuevamente, callaron.

 

Y es que apenas una ridícula minoría, porque no todos secundaron las expresiones de los inconformes, enmudecieron después de la respuesta y el discurso del titular del Ejecutivo.

 

Sobre todo cuando el gobernador expresó, ante la lluvia de reclamos, “a ver, señores, no vine a debatir…, no vine a debatir…, a mí no me van a impresionar…”.

 

Y me parece que el gobernador tenía razón, porque no era ni el momento, ni el lugar, para echarle en cara y discutir los temas que la Coparmex ha callado pública y mediáticamente.

 

Nuestros empresarios, hay que decirlo, son timoratos y han dejado pasar todas sus molestias para con el gobierno, cosa que es muy cuestionable porque si tantas ganas tienen de protestar lo hubiesen hecho bien y organizados.

 

No se dieron cuenta que le echaron a perder el evento a su nuevo presidente, quien sí pensó y le dijo al gobernador que el empresariado no es su rival.

 

Los empresarios olvidaron que Luis Miguel Barbosa tiene muchas tablas como para haberlos hecho pedazos frente a la prensa y al resto de los invitados.

 

En cambio, a los integrantes de Coparmex les faltaron cojones y mucha creatividad al momento de expresar su molestia.

 

Se mostraron, de entrada, como unos muy malos anfitriones.

 

Porque sea lo que sea, ante todo debe haber respeto a la investidura del mandatario, quien, insisto, es un tiburón de la política que no vacila en destrozar a sus rivales en una discusión.

 

Y sí, la gran verdad que dijo el gobernador fue que él no había asistido a un debate, por lo que se equivocaron sus adversarios al momento de reclamarle. Y más aún cuando lo hicieron a grito tundido.

 

Nuestros empresarios vociferaron pero se achicaron.

 

¿O porque no se han manifestado en las calles si tanto es su enojo con el gobierno?

 

Contrario a esto, han permanecido callados y muy quietos.

 

Ni a Claudia Rivera Vivanco, ex edil de Puebla, le hicieron un show como el que le armaron al gobernador Barbosa.

 

¿Y qué hizo Claudia por la ciudad en tres años?

 

¿Hizo algo por los empresarios?

 

Lo que quieren los poblanos son respuestas, tanto de los gobiernos como de los empresarios, para los que trabajan; obras que les beneficien, programas sociales que ayuden a paliar sus necesidades, seguridad, así como un respaldo en materia económica, dígase prorroga en el pago de impuestos y en el pago de servicios que ya se ofrece, como por ejemplo en el reemplacamiento.

 

Empero, lo que más requieren los ciudadanos, y aún no se ha atendido del todo, me parece, es paz y tranquilidad, coordinación de las autoridades en sus distintos niveles, así como trabajo en equipo por parte de todos los sectores sociales, particularmente de los empresarios.

 

El estado requiere, para lograr estabilizarse, incluso en materia política, respeto, unidad, dialogo, apertura, consenso, cero rencores y enfrentamientos, así como una relación cordial entre autoridades y sociedad.

 

Los pleitos públicos ya deben ser cosa del pasado. Y más entre autoridades.

 

Y algo que se entiende, también, por parte de la cúpula empresarial ciertamente es el caso de la Udlap, que aunque no tenga que ver con el gobierno sigue afectando a su comunidad.

 

El año prácticamente se perdió para los estudiantes por el conflicto entre los dos grupos que se dicen ser los dueños de la razón y los representantes oficiales de la Fundación Mary Street Jenkins.

 

Ojalá que de una vez por todas los pleitos políticos ya terminen en Puebla.

 

Están viendo y no ven, dijera el clásico.

 

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