Una vez más la maldita corrupción, esa que no se acaba ni se acabará con el gobierno de la mentada 4T, la complicidad, la delincuencia organizada, el encubrimiento, la ambición y la imprudencia, provocaron una nueva desgracia que ha dejado un saldo negro y de terror, esta vez en San Pablo Xochimehuacán, Puebla.

¿A quién se culpará esta vez?

¿A las bandas dedicadas a esta actividad ilícita, de la que Puebla estado es líder en el país, las cuales muchas veces están protegidas por los mismos pobladores y hasta por la autoridad?

¿A las mafias que existen desde las propias entrañas de Pemex, mismas que son las que informan cuándo es momento de ordeñar los ductos?

¿Al presidente de la Junta Auxiliar de San Pablo, César Juárez González, quien se ha hecho tonto y pato para dar la cara por su demarcación durante el momento de la desgracia?

¿A Claudia Rivera Vivanco, ex edil de la capital, por no hacer nada en su gobierno y porque es más fácil culparla a ella -que ya no está- que a alguien más?

¿A las autoridades del estado?

¿Al ejército?

¿A la Guardia Nacional?

¿Al Ayuntamiento de Puebla?

¿Ahora a quién carajo se les va a ocurrir inculpar de la lamentable tragedia que dejará varios muertos, sin duda, por la gravedad de los heridos?

Es una pena que este tipo de desgarradores sucesos se sigan dando a estas alturas del gobierno.

Porque en este caso, como en muchas otras ocasiones, no sólo hay un responsable sino son varios, empezando por el gobierno federal.

¿Pues no que Pemex ya es otro?

La corrupción en la paraestatal NUNCA se va a terminar.

Los cuentos chinos del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se caen a pedazos con los hechos.

En México la corrupción parece que ahora está más presente.

Hay que ser muy claros y crudos a la hora de informar o analizar un evento como este, en el que están metidos, muchas veces, insisto, hasta los propios pobladores del lugar.

O a poco ya se nos olvidó la explosión registrada en enero de 2018, en la comunidad de San Primitivo en el municipio de Tlahuelilpan Hidalgo, donde hubo decenas de heridos y al menos 21 muertos por la explosión de una fuga de combustible.

Fuga provocada, como siempre, por una toma clandestina, y aprovechada por los mismos habitantes de la zona, quienes acudieron al lugar para llevarse el combustible -con garrafones y cubetas- sin importar las consecuencias, ni medir el peligro al que se exponían.

Y eso mismo paso en San Martín Texmelucan en 2010, y en otros puntos del país, en donde las tomas clandestinas las conoce todo mundo, sobre todo los vecinos de la zona, menos la autoridad.

O se hacen que no saben, porque ya les tocó su mochada.

Es como el caso más emblemático en Puebla del robo de autopartes.

Todo mundo sabemos en dónde se venden y comercializan las partes que le fueron robadas a nuestro vehículo, menos las autoridades.

Es ridículo intentarse lavar las manos cuando la responsabilidad es de todos, no solo de las autoridades.

Esta vez hay que reconocer la movilización dispuesta por el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta y el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, quienes actuaron de inmediato y organizaron una evacuación oportuna que evitó una desgracia mayor.

La coordinación con las autoridades federales salvo muchas vidas, y eso también debe reconocerse.

Sin embargo, las autoridades deben ser preventivas y no reactivas, es decir no deben esperar la desgracia y reaccionar, más bien deben acabar con la maldita corrupción y el encubrimiento que se les brinda a las bandas del huachicol y el huachigas.

De lo contrario seguirán más y más desgracias, porque la delincuencia no se acabará si nadie le pone un alto.

No es posible que nadie haya denunciado una toma clandestina cuando esa zona de San Pablo Xochimehuacán está poblada y sobrepoblada. Incluso con asentamientos irregulares, ubicado en lugares peligrosos por donde atraviesan ductos de Pemex.

Por eso digo que es responsabilidad de todos cuidarnos. No podemos ser partícipes, ni tapaderas de la delincuencia, ni porque nos deje algo, ni tampoco por no involucrarnos. Eso es ser omisos y responsables de alguna forma.

Y la gente realmente afectada debe exigir garantías, respuestas de las autoridades, pero sobre todo debe apoyar con denuncias lo que esté viendo como un delito y que represente un gran peligro para la gente, como las tomas clandestinas de combustible.

Ayer fueron las familias de San Pablo Xochimehuacán, mañana pueden ser otras más, la de cualquiera que no denuncie los actos ilícitos que pudieran provocar desgracias descomunales como la que ayer se registró en Puebla.

 

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