El trabajo profesional requiere un grado de subjetividad: dejarse interpelar por el sujeto u objeto de estudio encamina el acercamiento sensible con espíritu transformador. Las mujeres investigadoras lo saben bien. Trabajar temas relacionados con el género se ve impactado ineludiblemente por la experiencia de vida y el ímpetu de contribuir a cambiar el orden de las cosas.

La Dra. Estela Casados González reconoce que no puede ser totalmente objetiva en su quehacer académico. Como coordinadora del Observatorio Universitario de Violencias contra las Mujeres de la Universidad Veracruzana desde 2017, la exposición permanente a la realidad en toda su crudeza hace “sumamente difícil no verte reflejada en aquellos espacios de violencia”.

Como explicó durante un seminario de la IBERO Puebla, la impacta especialmente el proceso de dotar de identidad las cifras. Las víctimas se convierten en rostros e historias, en su mayoría de mujeres jóvenes, que pareciera que se encuentran ancladas en un continuum de vulnerabilidad.

De manera similar, las comunidades rurales e indígenas de México resisten de forma permanente a las injusticias de un modelo hegemónico basado en la dominación. Esta parcela de la realidad motivó a la Dra. Luisa Paré Ouellet a realizar investigaciones de incidencia social, las cuales, entre otras cosechas, permitieron la creación de una cooperativa de economía circular en Chiapas.

Con tres hermanos varones más grandes que ella, la antropóloga retirada creció en un entorno que puso altas expectativas en su desarrollo profesional. Sus influencias políticas y religiosas la llevaron a buscar intereses distintos a los dictados por su comunidad y convertir su trabajo en una intermediación entre el poder y los pueblos con los que ha colaborado.

Su interés por el medioambiente la llevó a experimentar de primera mano las realidades de las personas que defienden el territorio. Estructura de clases en el campo, revolución verde, caciquismo y movimientos campesinos fueron algunas de estas aristas de trabajo.

Aunque no trabajó directamente con ellas, sus acercamientos con mujeres fueron significativos para nutrir su sensibilidad frente a la realidad de las campesinas. “Cuando uno comparte el hogar con estas personas aprecia cómo estas dinámicas entre hombre y mujer deben cambiar”.

La participación de las mujeres en la toma de decisiones ha cobrado un rol protagónico en aspectos relacionados con el bienestar comunitario. Así lo observó la Mtra. Susana Cruz Ramírez, académica de la IBERO Puebla, durante el desarrollo de un proyecto para la construcción participativa de propuestas sustentables en San Jerónimo Tecuanipan.

La comunidad ubicada a las faldas del Popocatépetl arrastra dificultades de organización colectiva, extracción desmedida de recursos naturales y deforestación. La investigadora, junto a un grupo de estudiantes de la Licenciatura en Ciencias Ambientales y Desarrollo Sustentable, ha desarrollado proyectos de tecnología para dar atención a estas y otras problemáticas.

Gracias a una campaña de fondeo fue posible constituir una parcela demostrativa donde se ofrecen capacitaciones sobre tecnología comunitaria, educación ambiental, agroecología y manejo responsable de los territorios. “El diálogo con la realidad y el trabajo de campo es esencial. Si no existe esta lógica de interacción con la realidad sería una formación trunca”.

Investigar, ¿para quién?

La investigación-acción forma parte del quehacer de las universidades jesuitas y ha sido incorporado progresivamente por muchos otros espacios generadores de conocimiento. A lo largo de su carrera, Luisa Paré ha buscado seleccionar temas de investigación con base en su utilidad para la sociedad. “La reflexión compartida es la que conduce a la posibilidad de la transformación en el sujeto que dejará de ser objeto de las políticas”.

Estos cambios, continuó, deben hacer frente a las estructuras institucionales que no permiten la participación ciudadana en la toma de decisiones. En el caso de las mujeres, el contexto cultural las ha obligado históricamente a resignificar su papel como integrantes de la economía familiar y comunitaria, lo que ha trascendido a los cada vez más numerosos grupos femeninos organizados.

Por su parte, Estela Casados justifica su ejercicio profesional en las aportaciones para mejorar la calidad de vida de las mujeres. Ha sido a partir de su activismo que ha identificado la importancia de contar con información sistematizada y sustentada. “Siempre termino preguntando qué les gustaría que yo averiguara para ellos y ellas. La gente [del medio rural] me dice que recuperar su historia”.

Con este esquema de investigación “por demanda”, la investigadora contribuyó a la elaboración de la primera solicitud de alerta de género para Veracruz. Recomendó al foro encontrar la pasión por el tema que se investiga, pues es la afiliación lo que permite emitir aportaciones significativas.