Ojalá que las autoridades judiciales, particularmente el titular de la Fiscalía General del Estado de Puebla, Gilberto Higuera Bernal, salgan a la luz a explicar por qué Puebla se ha convertido en una gran fosa clandestina y ya es recurrente encontrar cadáveres a lo largo de su territorio.

Y lo peor, por qué ya a los poblanos nos parece tan normal escuchar y leer en los medios el descubrimiento de encobijados, decapitados, emplayados, desmembrados, quemados, levantados, secuestrados, asaltados, mujeres vejadas y asesinadas, y toda clase de delitos graves.

Delitos, por cierto, que ya parecen el pan de cada día en el estado.

¿A qué se debe este fenómeno?

¿Será que alguien no está realizando su trabajo?

¿O como lo ha señalado el gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta, es resultado de la disputa entre bandas delictivas?

Por donde se le quiera ver, la situación es verdaderamente grave.

El colmo, y lo peor que pudo haber pasado en Puebla, es que un hombre llevara en una mochila la cabeza de otra persona como si nada, muy campante.

Que se atreviera, en una escena dantesca, a guardarla en una mochila, aún con la parte del cuerpo sangrando, a transportarla a algún otro lugar, y que se lamiera la mano luego de haberse ensuciado de los fluidos que despidieron las venas de la cabeza cortada.

Es increíble que este tipo de sucesos no conmuevan a la opinión pública, que no la alarmen y que no se horrorice y se condene públicamente por lo que ocurre, desde los medios de comunicación, pasando por el ciudadano de a pie, hasta las autoridades.

Es asqueroso el vídeo en el que se ve al hombre que guardó la cabeza en la Central de Abasto, pues parece representar al mítico Dr. Hannibal Lecter, el psicópata de ficción creado por el novelista Thomas Harris.

¿Hasta dónde hemos llegado como sociedad en Puebla, que ya nada ni nos espanta ni nos asombra?

¿Qué sigue después de estos actos?

Mientras las autoridades, desde las federales hasta los locales, parecen más entretenidas en su lucha personal contra la corrupción, la delincuencia hace y deshace.

La seguridad es un gran pendiente no del estado, sino del gobierno federal y el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), quien está dedicado a todo menos a lo que le concierne como jefe de estado.

Es triste ver las mentadas mañaneras y escuchar el discurso de odio difundido día a día por el titular del ejecutivo, el cual no tiene otro objetivo que dividir a la sociedad, mantenerla ocupada en estupideces y distraer la atención de los verdaderos temas de interés colectivo.

La clase media es la que mantiene a este país de pie, y AMLO la sigue avasallando.

En tanto, el país se le cae a pedazos.

La inseguridad agobia y les gana la batalla a los ciudadanos, además que la pandemia y la crisis económica hacen presa al México que su presidente mantiene de rodillas.

En Puebla, por lo pronto, la estrategia contra la inseguridad y la delincuencia debe cambiar, pues de lo contrario la situación se puede agravar.

El tortuguismo con el que opera la Fiscalía del Estado es muy delicado.

Esta centrado en la investigación de los delincuentes de cuello blanco, sí, pero dejó libre a quienes verdaderamente ponen en jaque a la sociedad, a las bandas criminales dedicadas al secuestro, al robo, al narcotráfico y a todos los delitos graves.

¿Cuánto más tienen que esperar los poblanos para estar seguros?

Al parecer en la Fiscalía también se requiere de una limpia como la que ejecutó el gobernador Barbosa en la secretaría de seguridad, porque hasta hoy no parece haber resultados efectivos.

La pandemia y el Covid relajaron a las autoridades judiciales, pero no a los delincuentes y nos están ganando.

Tan sólo ayer se registraron tres ejecutados, dos baleados y un degollado.

Por eso insisto, ¿qué carajo sigue?

 

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