Unos 34 millones de personas perdieron su trabajo por las medidas de confinamiento impuestas para combatir la pandemia de Covid-19 en Latinoamérica, la región del mundo donde más empleo se ha destruido durante la pandemia, según estimó la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
De acuerdo con las últimas estimaciones realizadas por la OIT en su nueva versión del informe “Panorama Laboral en tiempos de la Covid-19”, América Latina ha marcado por culpa de la pandemia un récord histórico de tasa de desempleo, así como mínimos históricos de ocupación y de participación en el mercado laboral.
El estudio analiza la tendencia del empleo en esta inédita situación para la región latinoamericana a partir de los datos de nueve países (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Perú, Paraguay y Uruguay), que representan el 80% del empleo de la región.
Latinoamérica cerró el primer semestre de 2020 con un índice de ocupación del 51.1%, lo que supone un mínimo histórico con 5.4 puntos menos que en el mismo periodo del año anterior. Esto se tradujo en 34 millones menos de empleados, en su mayoría mujeres y jóvenes del sector informal.
“Es una bomba de tiempo porque, a medida que el empleo se reactive, regresarán al mercado de trabajo y puede convertirse en una crisis política, con una presión grande por recuperar esos empleos”, advirtió este miércoles en la presentación del informe el director de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro.
Del empleo a la inactividad
La tasa de desempleo se elevó en el segundo semestre hasta 11.4%, un valor máximo que supera a otras crisis previas como la de 2008, pero que no representa ni de cerca a todas las personas que perdieron su trabajo por la emergencia de la Covid-19.
El índice de desempleo apenas se incrementó 2.2 puntos porcentuales respecto al primer trimestre de 2020, lo que equivale a unos 2 millones.
Según los cálculos de la OIT, si todos los latinoamericanos que perdieron su trabajo hubiesen pasado a ser desempleados, la tasa de desocupación se habría disparado hasta el 24%, pero no sucedió así.
Los 32 millones de personas restantes que se quedaron sin empleo se volvieron población económicamente no activa, fuera de la fuerza de trabajo aunque en algunos casos fuese de manera transitoria. “Es población que está expectante para retomar su trabajo”, dijo la especialista Roxana Maurizio, coordinadora del informe.
Así, la tasa de participación en el mercado de trabajo también registró un valor sin precedentes al reducirse hasta el 52.6% en el segundo semestre de 2020, casi diez puntos porcentuales menos que en el mismo periodo de 2019.
La destrucción del empleo ha sido desigual, pues en países como Uruguay, donde los efectos de la pandemia han sido leves, el índice de ocupación apenas se resintió al reducirse del 55.6% del primer trimestre de 2020 a 52.9% en el segundo trimestre.
Sin embargo, en países como Perú, donde el confinamiento fue draconiano y prolongado, la ocupación ha caído dramáticamente del 66.6% al 41.3%.
Mujeres y jóvenes, los más afectados
Estas tendencias exacerban significativamente las brechas existentes antes de la pandemia, pues la mayoría de los trabajadores que se han quedado sin empleo son mujeres. Mientras el empleo masculino ha caído entre el 3% y 34%, el empleo femenino se redujo entre el 7% y el 43%.
Para la OIT, esto se debe a la mayor presencia de mujeres en ciertos sectores económicos fuertemente afectados por esta crisis y en empleos informales y a las crecientes dificultades de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares.
También hubo mayor destrucción de trabajos entre los jóvenes con menos formación educativa, empleados mayoritariamente en sectores también afectados como hoteles, comercio, servicios personales y construcción.
La crisis se ha cebado especialmente con los trabajadores informales e independientes más que con los empleados formales y asalariados. Por ejemplo, entre marzo y abril de este año, en México se registró una pérdida de 10.4 millones de puestos informales frente a una reducción de 2 millones de puestos formales.
Un tercio menos de horas trabajadas
Sin embargo, la OIT cree que la mejor manera de poder constatar la destrucción del empleo en esta crisis es la disminución de las horas trabajadas, que en Latinoamérica se redujo en un tercio (33.5%) en el peor momento, vivido en el segundo trimestre de 2020.
Como consecuencia de todo ello, los ingresos laborales se redujeron en la región un 19.3% en el primer trimestre de 2020, por encima del promedio mundial que está situado en 10.7%.
Así, la OIT consideró muy probable que la gran debilidad de la demanda de empleo en este contexto conlleve una bajada de salarios, especialmente en el sector informal, que además no tiene la capacidad de soportar largos periodos de tiempo sin una fuente laboral ni sostén económico.
Esas reducciones salariales derivarán en fuertes pérdidas de poder adquisitivo con impactos significativos sobre los niveles de pobreza.
Para la OIT, el panorama laboral actual es aún más preocupante debido a que la recuperación esperada para 2021 es más débil que la observada en crisis anteriores.
“Nos parece que hemos llegado al fondo del pozo. Hay señales de reactivación económica muy preliminares e incipientes. Ya se ha empezado a reaccionar, pero no esperemos que la recuperación económica sea sostenida”, indicó Pinheiro.
“El esfuerzo tiene que ser colectivo. Sin eso, será muy difícil. Debe haber un esfuerzo de transformación productiva. Es importante salir de la pandemia con un modelo más inclusivo y sostenible”, agregó.
En ese sentido, la OIT apuntó que esta crisis abre la oportunidad para reestructurar las instituciones laborales y de la protección social para avanzar en estrategias que permitan una garantía laboral y pisos de protección social más permanentes.