La cámara persigue frenéticamente a un grupo de médicos que contienen a una mujer que llora y grita por que no puede ver a su padre en sus últimos minutos de vida. Todos llevan protección que gradualmente se ha vuelto normal ver en los hospitales y ya no solo en películas.
Ese drama que inició el 23 de enero, cuando China cerró la comunidad de Wuhan para poder contener el coronavirus (COVID-19), se replicó en casi todos los países del mundo. Esta es la escena con la que abre el documental 76 Days, dirigido por Wei Xi Chen y Hao Wu.
Como su título lo indica, el documental presenta un día a día en un hospital de la región de Wuhan, China, durante los días más críticos que el cuerpo médico enfrentaba ante el COVID-19, eran los primeros brotes de coronavirus en el mundo.
Una ciudad desierta, familiares con cubrebocas desesperados en la entrada de un hospital, así como personal médico rebasado e híper fatigado resultan quizá relativamente familiares por la abrumadora cantidad de información que hemos recibido durante casi medio año sobre la pandemia, pero en 76 days las imágenes rebasan e intimidan con la finalidad de asimilar, aún con la protectora distancia de la pantalla, la magnitud de lo que sucede dentro de hospitales.
La cámara de los documentalistas Wei Xi y Hao Wu no escatima en detalles: desde las bolsas con las pertenencias de los fallecidos, cálidos mensajes de apoyo dispuestos sobre hombres y mujeres intubados e inconscientes, así como personal médico comunicando a familiares y pacientes a través de llamadas telefónicas.
Al ver el documental surge una sensación extraña de familiaridad, a través de los testimonios que se han podido leer en reportajes periodísticos, sin embargo, 76 days tiene un sentido de urgencia que da nueva vigencia a estas imágenes independientemente de la parte del mundo en la que se estén viendo.
Asimismo el documental encuentra con gran habilidad y tacto lo humano dentro de todas las personas que aparecen en el documental, tanto médicos como pacientes. En ese sentido resulta notable el episodio de una mujer embarazada en una unidad gineco-obstétrica con inicios de COVID-19 a quien deben de inducirle el parto para evitar el contagio de su bebé, un paciente que disfruta una toronja casi del tamaño de su cabeza o los médicos que tratan de encontrar una narrativa que les ayude a dar sentido y paliar la incertidumbre de una enfermedad que no conocen, atendiéndose entre ellos e incluso decorando sus batas con plumones.
Filmada en esos 76 días en los que hubo un confinamiento total en Wuhan para tratar de contener el primer brote de la enfermedad, el documental tuvo su estreno en el marco del Festival Internacional de Cine de Toronto, la idea de un documental podría parecer prematura cuando aún ni siquiera tenemos certeza de cuanto tiempo más durará la pandemia, pero no estamos ante un análisis o una evaluación con implicaciones sociales, sino con algo tan humano como no entender como es el que el simple hecho de respirar, hablar y tocarnos se convirtió en una amenaza de salud pública.