A mediados de septiembre, la pandemia de la COVID-19 registra más de 29 millones de personas contagiadas y casi un millón de fallecidas en todo el mundo. Para el sector educativo, esto supone un inminente rezago: tan solo en México, 72 mil estudiantes de educación superior están en riesgo de deserción.

Con ese panorama, el Doctor Patricio Chaves Zaldumbide integró el libro Otro mundo es posible si otra escuela es viable.

Ocho propuestas para replantearnos la escuela y la educación durante y después de la pandemia de COVID-19. El ejemplar se divide en un análisis contextualizado en América Latina; un diagnóstico general de los daños de la COVID-19 a la educación, y la enumeración de ocho propuestas para enderezar el rumbo.

Durante la presentación convocada por el Departamento de Humanidades de la IBERO Puebla, a través de las Maestrías en Educación, el autor planteó como punto de partida el cuestionarse cómo llegamos a la pandemia en primer lugar.

 “Partir de la narrativa de crear un enemigo en el virus es una manera de ocultar las causas estructurales relacionadas con el modelo de modernidad que hemos construido en todo el mundo”.

En ese sentido, la destrucción de los ecosistemas es, para Chaves Zaldumbide, uno de los factores menos evidenciados en la discusión pública y los medios de comunicación. Toda la humanidad ha contribuido a consolidar la modernidad cínica, hedonista y depredadora de la naturaleza.

De la pandemia también hemos aprendido que el daño a una persona impacta a todas las demás. Así, se ha visibilizado la inaplazable prioridad de fortalecer la infraestructura pública, misma que ha sido abandonada en el ámbito sanitario y educativo. El distanciamiento social descarnó múltiples problemas vinculados con la educación, el ámbito familiar y los “factores de educabilidad de los hogares”.

“Antes de la pandemia, menos del 50% de los hogares usaban la computadora como complemento educativo. Una digitalización desigual produce exclusiones sociales: quedarse fuera de la red supone no acceder a la formación básica”: Dr. Patricio Chaves.

Chaves Zaldumbide aclaró que no existen análisis detenidos sobre los efectos que las estrategias de contención del virus han tenido en el aprendizaje. Lo que es claro, continuó, es que la COVID-19 fortaleció la inequidad educativa en América Latina, lo que genera consecuencias importantes como la deserción escolar.

Se estima que 1,400,000 estudiantes de educación superior y media superior no regresaron al ciclo escolar 2020-2021. Para muchas niñas y niños, la escuela representaba un espacio de seguridad física, emocional y alimentaria, por lo que su cierre supone un regreso a condiciones de vulnerabilidad en el hogar.

El investigador presentó ocho propuestas para una nueva perspectiva educativa. En primer lugar, se debe establecer que el fin de la educación no puede ser el éxito individual, menos por encima del buen vivir y el bien común. También exhortó a deconstruir el concepto de continuidad curricular y fomentar una propuesta de campos integrales de conocimiento.

Como tercer punto propuso una pedagogía de la convivencia: construir seres solidarios que, lejos de fomentar la competencia, inculque las pautas para vivir en comunidad. También, Patricio Chaves incitó a dirigir esfuerzos a evitar la deserción y abordar las escuelas como comunidades territoriales de aprendizaje que incluyan políticas para mejorar la calidad de vida.

Con base en la coyuntura, dedica dos propuestas al impulso de escuelas basadas en intermodalidad educativa y la equidad. “Es necesario desaprender la violencia patriarcal. No podemos seguir hablando de que se impulsará el aprendizaje con perspectiva de género: es momento de hacerlo”.

Finalmente, el libro propone tomar como eje del aprendizaje el cambio climático y el consumo responsable, así como una nueva gobernanza del sistema educativo. Esto debe perseguirse a partir del fortalecimiento del espacio público para construir una sociedad incluyente.

 Graciela Messina, profesora de asignatura de la IBERO Puebla, señaló que las contingencias han sido parte de la historia de la humanidad. Por tal motivo, los movimientos sociales plantean que existen alternativas a los discursos de odio y miedo. “Necesitamos hacer un trabajo de pausa reflexiva para generar comunidades a través de redes digitales”, comentó

La investigadora invitó a reflexionar sobre el tiempo aparentemente detenido y cómo esto impacta a cada persona. De igual manera, llamó a repensar el oficio docente como productor de saberes. “La contingencia pone al desnudo lo que siempre estuvo. El capitalismo salvaje que destruye ya existía. ¿Cómo construimos condiciones distintas?”.

Cuando comenzó la pandemia se tuvo una reacción emergente: trasladar la educación a las casas. Esto ha implicado la marginación sistemática de miles de niñas, niños y jóvenes en edad escolar. Rescató la escuela pública y la presencialidad como la modalidad ideal para la educación como espacio vital de sociabilidad.

Indicó la importancia de revertir procesos: pasar del enjambre a la red comunitaria; del trabajo que toma todo el día a aquel que beneficia a las personas. “Debemos reivindicar el tiempo de la escuela y generar espacios de aprendizaje en los domicilios que no dependan enteramente de las posibilidades de las familias, pues esto genera desigualdades”.

En el desenlace de la presentación, el auditorio tuvo la oportunidad de compartir sus experiencias en torno a la educación en tiempos de la Covid-19. Los testimonios expresaron su inconformidad con las estrategias de pedagogía a distancia, mismas que no contemplan elementos de aprendizaje significativo, infraestructura y coordinación entre padres y maestros.