La fecha del 11 de septiembre marcó dos acontecimientos trascendentes en la historia de América: al sur, en 1973 el presidente de Chile, Salvador Allende, fue destituido mediante un golpe de Estado, y el Palacio de La Moneda fue bombardeado por aviones y tanques. Estos eventos llevaron a Allende al suicidio.

Al norte del continente, ese mismo día, en 2001, Estados Unidos sufrió el impacto de cuatro aviones en diferentes puntos, siendo el de las Torres Gemelas el que más conmoción causó en la población.

El golpe de Estado contra Allende también tuvo efecto en los procesos democráticos en América Latina; fue un hecho violento que mostró que esta vía no siempre llega a su fin como debería, afirmó Silvia Soriano Hernández, del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe, de la UNAM.

Para Juan Carlos Barrón, académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte, a partir del ataque del 11S en EU, el uso de la tecnología para la vigilancia ciudadana se reforzó, así como las tendencias totalitarias de los Estados, pues en momentos complejos, de “shock”, la ciudadanía y las sociedades ceden en derechos y aspectos que no aceptarían en la normalidad.

Salvador Allende representa la posibilidad de un cambio abortado violentamente por intereses nacionales y extranjeros, destaca Soriano Hernández. Tenía una propuesta para Chile, lo que él llamaba la vía al socialismo, una revolución sin fusiles, pero en un contexto de auge de la Guerra Fría y con la omnipresencia de Estados Unidos en el mundo, en particular en Latinoamérica.

“No quería un cambio radical que implicara expropiaciones, alejar al capital, sino uno que llevara a disminuir las desigualdades que aún persisten”. Así, se postuló por la vía electoral en varias ocasiones hasta llegar a la presidencia, en 1970.

Por otra parte en el 11S el mundo observó cómo integrantes de redes yihadistas impactaron cuatro aviones en distintos como las Torres Gemelas y el Pentágono, que dejaron más de dos mil 900 muertos y seis mil heridos.

Juan Carlos Barrón agregó que los ataques legalizaron la vigilancia permanente de la población, bajo el pretexto de erradicar el terrorismo y fortalecer la seguridad interna.