Ahora que han empezado a ventilarse las supuestas listas de sueldos y salarios confidenciales del gobierno, de apoyos, chayos y embutes a periodistas, las cuales siempre han existido como una realidad o como un mito, sería bueno saber que tan ciertas o no son.
Porque los medios de comunicación, sus protagonistas y quienes hacemos periodismo, son los menos importantes en el círculo rojo.
Los actores y actrices que deben brillar en el ámbito político. y en el resto de los sectores. son los titulares de cada dependencia, de cada gobierno, sector u organismo público.
Son ellos los que verdaderamente -como burócratas- pueden ganar cientos, miles y millones de pesos por tan sólo levantar el dedo o votar alguna ley, por ejemplo.
Esos sueldos y salarios son los que verdaderamente escandalizan y ofenden al pueblo de México.
Esos que, a pesar de lo que dicen Morena y la 4T, todavía existen hasta en el gabinete del gobierno federal.
A los informadores siempre se nos ha metido -en general- en la misma canasta, porque según el grueso de la población somos corruptos o trabajamos por encargo. El mismo presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) lo ha hecho.
El presidente le ha dado con todo a los medios de comunicación que lo critican, que ventilan sus incongruencias, mentiras o errores, según sea el caso.
Así que no son extrañas las descalificaciones contra los medios y los informadores, contra los reporteros, los fotoperiodistas, los columnistas, los articulistas y demás personas que tienen que ver con los medios de comunicación.
Listas de supuestos chayos o embutes hay cientos.
Y se utilizan, más bien, para desacreditarlos para fustigar su figura y su trabajo.
Sin embargo, me parece que los periodistas, informadores o comunicadores honestos y trabajadores somos más.
Eso sí, como en cualquier organización, sector o gremio hay quienes sí se dedican a poner en mal la reputación de los medios, del oficio y del apasionante mundo del periodismo, pidiendo dinero a cambio de “administrar reputaciones”.
Afortunadamente, a esos “periodistas” todos los conocemos. Tienen hasta sus vídeos y aventuras de las que no les queda de otra que hacer mofa para tratar de justificar sus acciones.
Por ellos, el oficio del periodista en general, hay que reconocerlo, es denigrado y enjuiciado.
También hay listas de supuestos “chatoyes” que ciertamente existen pero que nunca se pagan sino sólo se utilizan de parapeto y coartada para obtener dinero público fácil.
Hay de todo en la viña del Señor.
Empero, insisto, nosotros los comunicadores somos los que menos importamos en la vida pública y gubernamental del estado.
Lo verdaderamente trascendente de este tipo de casos son los sueldos millonarios que muchos funcionarios del gobierno obtienen, por disque cuidar los intereses de los ciudadanos para dotarles de más y mejores servicios públicos.
Esas listas y nóminas son las que deberían darse a conocer y hacerse públicas.
De eso sí deberían sorprenderse.
¿Por qué no se publica la lista de sueldos y salarios de los ex funcionarios del gobierno del estado, por ejemplo?
Esos documentos allí están en el gobierno, en la Secretaría de Finanzas.
Me pregunto ¿cuánto ganarían los verdaderos peces gordos del morenovallismo?
Cuánto dinero amasaron aquellos que formaron parte de la burbuja morenovallista como Jorge Aguilar Chedraui, como José Cabalán Macari Álvaro, como los hermanos Ángel y Roberto Trauwitz Echeguren, así como el propio Eukid Castañón Herrera, el ex operador de cabecera.
Esa sí es información que vale.
¿Cuánto ganó el propio gobernador de aquel sexenio tan polémico y odiado?
Hay mucha información al respecto que nunca es dada a conocer.
Porque si un líder sindical como Napoleón Gómez Urrutia, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana; o Carlos Romero Deschamps, ex líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), pueden hacerse multimillonarios tan sólo con las cuotas de los obreros, imagínese un gobernador o un presidente de la república.
Esos son los datos que deberían exigir para sorprendernos.
O más bien los que deberían ofendernos.
No una ridícula y supuesta lista de embutes a comunicadores.
Esas me parecen hasta ofensivas.
Porque hasta para eso hay que tener dignidad y orgullo.
¿O me equivoco?
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