Miguel Barbosa asumió hace un año el gobierno de Puebla heredando una severa crisis de seguridad tras una oscura década en la que el siniestro Rafael Moreno Valle le abrió las puertas del estado a los cárteles más violentos y sanguinarios del país para operar el huachicoleo en la entidad con el objetivo de financiar sus frustrados sueños presidenciales a costa de la tranquilidad de los poblanos.

Las balaceras en el Triangulo Rojo, la aparición de narcomantas, la siembra de cadáveres y restos humanos, así como las ejecuciones se comenzaron a normalizar en el sexenio de Moreno Valle.

La realidad de Puebla era cada vez más parecida a la de Veracruz, Michoacán, Tamaulipas o Nuevo León.

Además, el régimen morenovallista, en sus tres etapas, se dedicó a maquillar las cifras de seguridad, a convertir la impartición y administración de justicia en un instrumento político para controlar a los opositores de Rafael, a censurar a los medios de comunicación que informaban sobre la creciente violencia que manchó de sangre a los gobiernos del PAN (es de todos sabido el caso de Cinco Radio, Coral Cañedo y Javier López Díaz) y a minimizar los feminicidios que crecieron a niveles inauditos en el estado.

La lista de presos políticos era cada vez más larga y la de narcos detenidos era cada vez más corta.

La inseguridad y la entrada del narco fue parte de la herencia maldita que Moreno Valle le dejó a Puebla, además de las deudas impagables y decenas de obras inservibles que se convirtieron en los elefantes blancos del sexenio y en los monumentos de la corrupción morenovallista.

En su primer discurso como gobernador de Puebla en el Auditorio Metropolitano, Barbosa Huerta se comprometió a regresarle la tranquilidad y la seguridad al estado como principal tarea de su naciente administración.

La promesa del mandatario emanado de Morena, para nada, lucía fácil y parecía más un discurso demagógico que algo alcanzable.

Al gobernador Barbosa le bastó un año para revertir la crisis de seguridad que le heredó Moreno Valle.

Desde el inicio de su gobierno, Miguel Barbosa marcó su sello personal, el cual está caracterizado por la mano dura, por ir siempre de frente y ser él quien soluciona las principales crisis que han surgido en los primeros 12 meses de su gestión.

Los números son fríos y dejan sin argumentos a la oposición enana y sistemática que “La Jefa” Genoveva Huerta y su grupo de liliputienses han malogrado durante el primer año del barbosismo.

Las cifras mensuales del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNPS) dan cuenta de una reducción de delitos de alto impacto, sobre todo en robos, ejecuciones y secuestros, los cuales se dispararon durante los gobiernos de Moreno Valle y Gali.

En el último reporte emitido por el organismo de seguridad se establece que presentaron 4 mil 784 delitos del fuero común, por lo que se observa una reducción de 37% en los delitos entre el inicio y el primer año de gobierno barbosista. En el caso de los homicidios de tener 100 ejecuciones mensuales se logró bajar la cifra a 65.

Los robos prácticamente se han reducido a la mitad. En junio del año pasado se tenían más de 3 mil 400 denuncias y para junio de 2020 la cifra fue de mil 892.

Aunque el inicio fue incierto con Miguel Idelfonso Amézaga al frente de la SSP, el rumbo se corrigió de inmediato con la llegada de Raciel López Salazar, quien inició una limpia profunda en las entrañas de la Secretaría de Seguridad Pública a pesar de la resistencia de los infiltrados de los morenovallistas Manuel Alonso y de Jesús Morales, quienes planearon desde las sombras una huelga en la corporación que fue conjurada en un día por el gobernador y por su círculo compacto.

Pero, si las cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública no fueran suficientes, Barbosa se propuso acabar con el narcotráfico que dejó Moreno Valle en Puebla.

A la fecha, el gobierno barbosista, en conjunto con el gran trabajo de la Fiscalía General del Estado, a cargo de Gilberto Higuera, se han detenido a grandes capos del hampa, quienes no sólo controlaban el huachicoleo, la venta de drogas y demás delitos en el estado; sino que también fueron operadores del morenovallismo controlados por el preso Eukid Castañón, lograron la detención de grandes capos como “El Loco” Téllez, Gregorio N. “El Chucky”, Marco Antonio N. “El Negro”, Christina N. “El Grillo”, y la desarticulación de “Los Sinaloas” y la propia célula del último narco antes mencionado.

Ver: Detenciones de grandes capos y disminución de inseguridad, marcan primer año de Barbosa

La seguridad en Puebla ya es una realidad y no sólo un discurso de un megalómano con aires de grandeza como lo fue el siniestro Moreno Valle.

Incluso, la Secretaría de la Defensa Nacional reconoció al gobierno de Puebla por su estrategia de seguridad.

Ver: Presenta SEDENA informe de seguridad de Puebla; bajó robo a vivienda y en transporte público

Barbosa, sin ufanarse, puede enumerar como logro de su primer año de gobierno la mejora en la seguridad del estado.

Las cifras y los números oficiales dejaron congelados a Genoveva Huerta y a sus enanos.

Logro desbloqueado y un pendiente menos.