Algo que parece no haber entendido la nueva clase política poblana, y muchos soldados de la mentada Cuarta Transformación (4T), es que la corrupción en el gobierno terminó cuando Andrés Manuel López Obrador (AMLO) asumió la presidencia de la república.

Y en particular en el estado, cuando el hoy gobernador Luis Miguel Barbosa Huerta asumió el poder, tras la muerte de la entonces gobernador Martha Erika Alonso Hidalgo, quien falleció al desplomarse el helicóptero en el que viajaba.

A partir de ese momento se escribió una nueva historia en Puebla.

El mandatario estatal ha sido enfático en señalar que en Puebla se acabó con el manejo discrecional de los recursos, con los excesos y con los abusos del poder.

Empero, ¿en qué medida han asumido esto los funcionarios de la 4T, los integrantes de su gabinete?

Por algo se han dado tantos cambios en el gobierno.

Al parecer, los nuevos burócratas de alto nivel del gobierno de Puebla, y de los distintos poderes, se han pasado por el arco del triunfo esos postulados, los cuales, por su actuar, parecen haber sido sólo unos simples llamados a misa.

Tal vez por eso fueron despedidos y puestos de patitas en la calle.

El mejor ejemplo de esto, de los males de la 4T, son los diputados del Congreso del Estado, los que integran la LX Legislatura.

Sobre todo, porque de allí, de su sede, salen muchas recomendaciones para las distintas dependencias de gobierno. Y encomiendas de todo tipo.

Veamos por qué.

Con el cuento de que la bancada mayoritaria de Morena es la consentida de Casa Aguayo, los legisladores locales se han dedicado a tratar de acallar a garrotazo limpio a sus detractores, a sus enemigos, y a quienes han puesto en tela de juicio todos sus errores.

Errores que ha tratado de maquillar para evitar la reprimenda de su verdadero jefe.

Es una tristeza que el Congreso se haya caracterizado en lo que va de su gestión por ser la peor cámara de diputados de la historia de Puebla.

Y ahora por ser una agencia de colocación de empleo.

Francamente, su nivel es lamentable.

El Poder Legislativo es una especie de agencia de colocaciones, debido a que ha incrustado aliados, amigos y socios en muchas dependencias de gobierno.

Amistades o soldados que reportan santo y seña de la dependencia en la que están laborando, en la que fueron colocados, así como las actividades y agenda de su titular, así como sus pecados y aciertos, si es que los hay.

Allí está el ejemplo de Fernando Cauich Silva, quien labora en la Secretaría de Salud al lado del Doctor José Antonio Martínez García, titular de la dependencia.

Resulta que Fernando Cauich es uno de esos recomendados que obtiene el humilde salario de 50 mil pesos mensuales por hacer quien sabe qué cosa, y a quien, se dice, se le instruyó vigilar la dirección general y la subsecretaria de salud.

El agente legislativo, aseguran, reporta todos los movimientos del titular de la secretaría y, en particular, las actividades de la subsecretaria, Laura Jaramillo y Cuautla.

La instrucción directa para este beneficiario de la 4T, quien sirve de antena para quien sabe quién en el Congreso, es armar reportes a detalle de las acciones emprendidas por la dirección y la subsecretaría de salud.

Esos mismos datos, posteriormente, se archivan y son entregados, muchas veces, a medios de comunicación que se encargan de evidenciarlos y publicarlos.

Algo que resulta, francamente, burdo, ridículo y grotesco.

¿No se supone que el personal del Congreso y el del gobierno son del mismo equipo?

¿O hay trato especial para unos y para otros?

¿Para qué dividir el grupo que llevó al gobernador Barbosa hasta la cima política de Puebla?

¿Qué no se han dado cuenta en la 4T que dividir al equipo podría costarle muy caro a Morena, al barbosismo y, en general, al gobierno del estado en el 2021?

¿Quién será el creador del Frankenstein de la 4T poblana que gusta de espiar y operar políticamente en contra de sus correligionarios y aliados?

Ahí se los dejo de tarea.

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