En uno de sus últimos informes, el Banco Mundial señala que debido a la pandemia de COVID-19, 85% de estudiantes en todo el mundo no pueden asistir a clases porque los centros escolares permanecen cerrados, esto es más de mil millones de personas afectadas. Esta situación, conjugada con la recesión mundial, incrementa la deserción escolar y por ende conlleva a un incremento de la desigualdad.

De igual manera, también nos alerta de la crisis educativa que veníamos padeciendo antes de vernos orillados a tomar clases en línea. Básicamente, nos dimos cuenta que la industria no estaba preparada para enfrentar una pandemia de tal magnitud y mantener o mejorar el nivel de aprendizaje.

Las escuelas en todo el mundo van a tener que replantearse sus modelos operativos para el futuro inmediato y quienes no lo hagan están condenados a fracasar. Hemos descubierto que dar clases a través de servicios de videoconferencia como Zoom, Teams, Skype, Meet, Hangouts, etc., no sustituye la presencialidad, ya que existen infinidad de distractores que generan un aprendizaje deficiente, una experiencia del usuario mala, una interactividad nula y poco desarrollo de habilidades blandas como trabajo en equipo, persuasión, comunicación efectiva, entre otras, que desaparecen si no existe un modelo que ayude a generar, apalancar, desarrollar y potenciar las condiciones de aprendizaje.

La nueva realidad educativa es una a la que no estamos acostumbrados, pocas universidades o escuelas estaban incursionando en esto y con la crisis han tenido que acelerar su implementación dejando la oportunidad de probar y mejorar algunos procesos. Sin embargo, se han visto rebasadas dado que no contaban con un modelo para esta situación y ahora están sufriendo.

La nueva normalidad va traer muchas implicaciones que también cambiarán la forma en que la experiencia presencial se da, ya que considerar una distancia, espacios en salones, medición de temperatura, guías para tránsito, etc., al menos para los próximos 18 meses será toda una aventura que para muchos disparará cambiar la experiencia y evitar exponerse, pero manteniendo un nivel de aprendizaje en cuanto a calidad, vivencia e interacción.

Los nuevos modelos de impartición de conocimiento deberán considerar completamente sus procesos, experiencias, contenidos y herramientas para poder tener una evolución de acuerdo a las necesidades de los estudiantes, comunidades, docentes y familias, así como empleadores, gobiernos y empresas para satisfacer las necesidades de este nuevo ambiente social, económico y ahora cultural.

En México existen más de 230,000 escuelas públicas y privadas de todos los niveles, de las cuales cerca de 200,000 son públicas. La inversión del gobierno para poder migrar a este nuevo entorno es enorme. Sin embargo, las privadas también tienen un reto importante, ya que, aunque cobran por el servicio y algunas son colegiaturas altas, el principal gasto está en los docentes, instalaciones y personal, dejando poco espacio para innovación, desarrollo e inversión en infraestructura, lo cual pone un desafío enorme para el sector educativo en general al mismo tiempo que expone las diversas fallas de nuestro sistema en materia de equidad.

Al mismo tiempo, el sector educativo debe poner atención en el miedo y la ansiedad que la pandemia ha desatado en los alumnos, por lo que las instituciones, así como los docentes y académicos deberán realizar un esfuerzo por tener espacios donde los jóvenes puedan poner en manifiesto sus sentimientos en un ambiente seguro que les permita estar en clase sin el temor de un contagio.

Esta crisis nos ofrece la posibilidad de mirar al futuro y reinventar nuestros sistemas educacionales haciéndolos más fuertes, más incluyentes e igualitarios. Les da una oportunidad a los gobiernos del mundo de reconstruir y potenciar estrategias más eficaces que ayuden a llevar la formación a aquellos lugares que han sido desatendidos por años, realizar reformas estructurales que nos lleven a una enseñanza basada en la transformación digital y echarles un ojo a los sistemas de evaluación vigentes con el único fin de garantizar a nuestros discípulos un aprendizaje efectivo en todos los aspectos.