Aunque el suicidio es un acto multifactorial, durante la pandemia de coronavirus los jóvenes y adultos mayores son los sectores más vulnerables a cometer este tipo de actos, debido a la complicada situación económica, social y emocional por el confinamiento, lo cual podría elevar los factores de riesgo, según una experta en la materia.
De acuerdo con cifras de 2017 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), los mexicanos entre 20 y 24 años ocupan la tasa más alta de suicidio en el país: 9.3 por cada 100 mil jóvenes. Además, el riesgo para los hombres de ese grupo es mayor, puesto que su tasa es de 15.1 por cada 100 mil.
Aunado a ello, las cifras cifras federales indican que el suicidio es la segunda causa de muerte en la población de 15 a 29 años.
En el caso de las personas de 50 a 54 años de edad, su tasa de muerte autoinfligida es de 5.5, mientras la media nacional es de 5.2, de acuerdo con datos del Inegi.
Aunque todavía no hay una actualización de los datos, son un referente para tomar en cuenta cómo se modificarán después de la pandemia, puesto que estos sectores de la población tienen un alto riesgo en los comportamientos suicidas, alertó la especialista en psicología, Paulina Arenas Landgrave.
La también académica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) explicó que tras la emergencia sanitaria hay una alta probabilidad de que se incrementen los trastornos emocionales y comportamientos suicidas, debido al contexto de incertidumbre y cambiante que se vive.
Recordó que en la historia del mundo, tras otro tipo de eventos caóticos como crisis económicas y sociales, se ha presentado un incremento en los actos suicidas, por lo que se mantiene latente que la pandemia de coronavirus no sea la excepción.
Aclaró que bajo el estrés del confinamiento se pueden exacerbar padecimientos anteriores o preexistentes, como la depresión o el estrés post traumático, lo cual puede desarrollarse en conductas para desear terminar con la vida de uno mismo.
Arenas Landgrave detalló que ante el complicado panorama económico y social en el se encuentran las personas, pueden crear una concepción de que no cuentan con las herramientas suficientes para hacerle frente a sus problemas.
Como en el supuesto del joven estudiante que percibe que su rendimiento académico es nulo o bajo ante la presión de un cambio en su vida académica, la cual es vía remota por el distanciamiento social.
Así como la situación de una universitaria que lidia con altos niveles de tensión porque la conclusión de sus estudios se vieron interrumpidos por la emergencia sanitaria; o de un adulto mayor que está lejos de su familia, no tiene contacto con sus hijos y tiene incertidumbre al respecto.