La Universidad Iberoamericana Puebla desarrolló el conversatorio Puentes tejidos por el feminismo en América Latina, el cual contó con la colaboración Saúl Espino Armendáriz, del Colegio de México (COLMEX), y quien inició su participación con la lectura de lo acontecido con las activistas católicas hace 41 años y que marca la entrada del feminismo a la iglesia católica.
Las feministas católicas de los años 60 y 70 abrieron una brecha que permitió comprender el feminismo en la iglesia católica. Para la década de los 80, el movimiento feminista católico tomó un nuevo vuelco, un parteaguas en la historia.
En este tenor, Espino Armendáriz señaló que las demandas de las activistas feministas eran diversas. Una de ellas era la ordenación de las mujeres en la iglesia católica. Causa que compartían latinoamericanas y estadounidenses. Es importante resaltar que Elisabeth, mejor conocida como Betsie, Hollants fue una figura fundamental en todo el movimiento feminista en México.
Por su parte, Sara Luna Elizarrarás, del CIESAS, abordó el tema de educación superior y feminismo, siendo Adela Formoso de Obregón Santacilia ícono representativo de ello. En este sentido, la especialista contextualizó las ideas de Adela Formoso y vertientes feministas, sobre los escenarios que hoy envuelve a la sociedad en dicho tema.
Adela Formoso logró derribar barreras ideológicas en muchas jóvenes. A la edad de 18 años, logró convertir la primera orquesta de mujeres. Igualmente, fue directora y fundadora de la Universidad Femenina de México. Las ideas de Formoso dejan ver el entrelazamiento del feminismo. Para 1939, argumentaba que las mujeres votaran, pues todos tenemos los mismos derechos.
Finalmente, Nathaly Rodríguez Sánchez, académica en el Departamento de Ciencias Sociales de la IBERO Puebla, habló sobre de cómo estudiar hombres, masculinidades y otros objetos impensados: aportes de la historia feminista de las mujeres a la historia de las masculinidades.
La académica del Departamento de Ciencias Sociales de la IBERO Puebla, inició con una pregunta que lanzó el movimiento feminista de la década de 1960 a sus participantes intelectuales y el reto explicativo asumido por ellas: ¿Por qué las mujeres se encuentran en un lugar de subordinación en la mayoría de las situaciones sociales?
En este sentido, Rodríguez Sánchez señaló que en las entrañas de esa protesta que prometía modelar de una nueva forma, por los menos, a las sociedades occidentales y sus estructuras de organización público-política, que prometía confeccionar un nuevo mundo, las mujeres, que hasta entonces habían participado masivamente en la movilización, se llevaron una honda decepción: ellas notaron que casi siempre a las mujeres se les asignaban funciones menores en la protesta.
Pero si los frutos de la historia feminista eran cada vez más sofisticados, abundantes y complejos, poco a poco fue cristalizándose que se requería dar un salto explicativo para alcanzar a observar la trama sociocultural que entregaba en cada sociedad y época determinadas funciones, roles y características a los sujetos de acuerdo a su sexo biológico, y que todo ello bajo el esquema binario de hombre/mujer, masculino/femenino.
Finalmente señaló que los estudios feministas responden a un movimiento transdisciplinario e interdisciplinario, intelectual y educativo, que no deja de lado su nervio político, al proponerse socavar con aquellas voces que tenían tono de certeza al decir que lo masculino y lo heterosexual son naturalmente superiores engendrando así acendras y violentas desigualdades.