Esta es una triste historia, sin final feliz; se suponía que cuando en 1994 los directivos de la Federación Mexicana de Futbol cambiaron el nombre de la Segunda División a Primera A sería porque las diferencias entre los equipos de las categorías no serían tantas, que el salto para los que venían desde abajo no sería tan alto o tan largo.
Pasaron poco más de 25 años y sí, hubo cambios, pero de ciudad, nombre y dueños, lo que no cambió fue la inestabilidad que tanto se repudiaba, en todo ese tiempo, no había torneo en el que no se anunciara que un equipo desaparecía y otro aparecía de la nada; que una ciudad dejaba de tener futbol y aparecía otra que, ni estadio tenía, pero de buenas a primeras ya era sede de un club.
Fue un proyecto que nació con 17 equipos, entre los que se encontraban los eternos aspirantes a subir a Primera, como el Pachuca, Zacatepec y Acapulco, pero con el paso del tiempo sumó más de 70 que fueron y vinieron, con cambios de plaza, de nombre, de dueños y hasta con desafiliaciones, cosas que en lugar de fortalecer a la división, la hacían cada vez más perder terreno.
Vinieron los primeros cambios a finales de los 90. La FMF ordenó que cada club de Primera tuviera una filial en la Primera A, para fomentar el desarrollo de jugadores. Se incrementó a 24 participantes.
Otro cambio de idea vino para el Apertura 2009. Ahora el torneo se llamaría Liga de Ascenso, pero en lugar de mejorar, la inestabilidad creció. Además de los vicios anteriores, se acentuó la falta de pago a los futbolistas, retiro de afiliación y hasta dueños con pasado y presente nada legal.
Y comenzó a morir de forma lenta. De 18 equipos, pasó a 17. Terminaba un torneo y llegaban desafiliaciones como las de los Guerreros de Hermosillo, los Indios de Ciudad Juárez, pasó el tiempo y también fenecieron franquicias como Durango, Irapuato y La Piedad.
En 2012 fue el último intento por mantener viva la división, en una operación a corazón abierto y se le llamó Ascenso MX. Este cambió suponía una mayor fiscalización, un mejor nivel y reglas que preparaban a los clubes a su llegada a la Primera División, o a la ahora llamada Liga MX.
Sería un cambio exitoso, pero la realidad es que nunca acabó de despegar. Los equipos no pudieron con los reglamentos más estrictos (certificación) y el Clausura 2020 arrancó con el número de competidores más bajo se la historia: 12 equipos.
Los últimos clubes en desaparecer fueron los Potros UAEM y los Loros de Colima. Los primeros se hicieron a un lado por falta de recursos, ya que la Universidad cerró la llave de dinero al futbol; los segundos, que venían de la Liga Premier, se fueron tras la muerte de su dueño, Jimmy Goldsmith.
Así, de la mano de la pandemia por el coronavirus, el Ascenso MX murió, sin un torneo terminado, con un campeón en el aire y una nueva promesa, un nuevo proyecto que espera le permita renacer.