Pekín, la capital china, se ha aislado del mundo exterior con medidas drásticas por temor a un nuevo brote de coronavirus venido de otras regiones del país.
Tras haber controlado la pandemia, China prohibió la entrada de extranjeros en su territorio por temor a los “casos importados”, aunque hasta ahora estos han sido en su mayoría de ciudadanos chinos.
Sin embargo la capital ha dado un paso más con una cuarentena obligatoria de 14 días para la gente que llega de otros partes del país, incluso si han dando negativo en los tests.
Una medida estricta que no se aplica en otras ciudades.
Pero Pekín no es una ciudad como las demás y alberga el centro del poder.
El Partido Comunista Chino aplazó su congreso anual previsto en marzo (llamado “las dos sesiones”) para asegurarse que los miles de delegados que participan no tengan riesgo de contagio antes de que se fije una nueva fecha.
Reforzar el control de la gente que vuelve a Pekín se ha convertido en las prioridad más apremiante, si no es imposible crear las condiciones adecuadas para que empiecen las dos sesiones”, según Ma Liang, un profesor de la Escuela de Administración y Políticas Públicas de la universidad de Renmin.
En última instancia, estas medidas quieren proteger del virus a la élite del Partido Comunista, en el poder en China, apunta Alfred Wu, un profesor asociado de la Escuela de Políticas Públicas Lee Kwan de la Universidad Nacional de Singapur.
Pekín impuso una cuarentena obligatoria de 14 días a todos los estudiantes que vuelven a la capital y tienen que dar negativo en los tests para poder volver a sus escuelas.
Por su parte todos los clientes de los hoteles tienen que haber dado negativo en los siete días previos a su estancia.